martes, 14 de febrero de 2012

DESDE MI VENTANA 5

Gordos.

De nuevo aquí, desde mi frágil y oxidada ventana observé que era el día del amor en Argentina; posé mi rostro al viento, todas las exquisitas fragancias llegaban de todos los sitios, todos los jardines se confundieron y las aves entonaron esa serenata tan esperada, me dibujé carmines en los labios y corazones de oro en mi corazón.

Creo que hoy un día tan hermoso para entregar amor, no sólo será un día… será mi día, ese día que marcará mi destino al fin y confiada en ello imaginé a mi amiga Bea Martin  como siempre desde su Mirador del mar, lleno de esos maravillosos azules, con tules encendidos y el corazón palpitante en espera de ese amado, el que le anunciará al fin que hoy había llegado sobre una gran nube blanca a cumplir todos los sueños no sólo a ella, sino a esa que ya pintaba ancianidades y se posaba lánguida observando el aura y oliendo el frescor imaginado y el perfume a violetas en medio del bullicio y la algarabía propia de sus días.

El hombre venía como siempre; esa sonrisa jovial, su gran barriga la atrapó un traje muy fino, un gris a rayas que besaba esa piel con olor a tabaco fuerte, una camisa verde que hacía que el iris estallara en pedazos y una corbata morada con dibujos de ranitas de colores, propias de Colombia, sus zapatos de charol relucientes ,un pequeño sombrero Panamá muy fino de color blanco y ese mostacho… ese divino mostacho podado como una gran enredadera curvado hacia los lados le daban esa imagen nunca antes vista, casi que carnavalesca… pero lo que más llenó su corazón de colores fue esa mirada… el brillo de sus ojos negros que parecían atrapados por unas inmensas cejas de aparador… y una leve sonrisa, que mostraba unos dientes pulcros y esa boca, una boca tan grande y rellenita que la atrapó como un durazno jugoso…

¡Ahí estaba!... ella no lo podía creer y en un impulso venido de su interior, sólo su palidez pudo reflejar el sentimiento que el amor había inspirado… el gordito de Beatriz al fin era una realidad, mientras la de la ventana gris observaba con ilusión y pensaba: “mañana… si… mañana vendrá el mío, no me importa el disfraz que traiga, ni su perfume”… el mío vendrá en un gran caballo, su color se confundirá con todos los azules de Beatriz y sus ojos… sus divinos ojos llenarán de luz mi vida, así como ese radiante sol que acaba de nacer en medio de los cerros que sólo habitan en mi mente, pero el mío… se llevará mi palidez muy de mañana, con mis ojos tan abiertos y brillantes que ya no tendré tiempo para pensar en San Valentín, pues él estará tan ocupado en todos los balcones del mundo que cuando haya querido traer a mi amante tan esperado… ya no estaré aquí.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 14/12

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