sábado, 14 de enero de 2012

MI PIRATA (36)

MI PIRATA (36)

Ahí estaba mi amor, 
una vez bajamos de nuestra barca de papel, 
encontramos un oasis perdido.


Me senté a observarlo, ¡tan cálido y dulce!… 
Besé el lunar de su nariz, me gustaba…,
el ojo de vidrio era azul y parecía más humano que el propio, 
pero había algo en él que era diferente a los demás 
creo que era su manera de masticar chicle.


Ese gran arete, el trapo rojo sobre su cabeza, 
ocultaba una cabellera desgreñada,
su incipiente barba, pues la había cortado, 
porque en el poema anterior la tenía larga; el pecho,
un fuerte tronco que temblaba si me acercaba 
y me abrigaba en él.

Esa voz fuerte, firme, protectora...
¿Qué me importaban a mí las apariencias 
si tenía a mi lado un tesoro?

Me acerqué, y el único lucero que me observaba se agrandó 
y con su habitual dulzura me dijo: 
¡Voltea la jeta para el otro lado!... 

Atiné a sonreír, saqué la mano 
y la descargué sobre su cachete… 

Un chorro de sangre brotó…,
“mi marinero sonriente” se limpió 
y con mi garfio sobre su único ojo le dije: 
¡O me haces el amor o te saco el otro!... 

Acto seguido mi marinero precioso, 
amante y dulce… ¡emprendió veloz carrera!

Así me recosté bajo la palmera… 
Recordé que también aquí 
había matado a otro hombre 
pues siempre estaba inconforme con la vida.

Decidí que tomaría mi barca de nuevo 
y me marcharía de ahí… 

Nada  importaba, 
simplemente era una pirata soñadora,
mi garfio serviría para rascarme 
o para arañar la vida que a pedazos me arrancaba el alma…

 ¡Si señores! 
No volveré a mi barca de papel con él,
me internaré en el mar para siempre,
me esconderé con las caracolas en la profundidad
o bogaré en algún tronco de madera 
mientras encuentro mi esperanza
que se quedó bogando entre las aguas
junto a la gran barca donde se tejían mis sueños.



Allá lo veo… ¡ya no le importo!
Deseaba una compañía para guardar un tesoro hurtado… 

Vi en dónde lo escondió, 
luego huyó temprano de mi lado
sin importarle que no reparaba en ellos 
sino en su ojo de cristal que creí  humano.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 11/12






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