domingo, 2 de octubre de 2011

ÉRASE UNA VEZ, UNA RANITA


ÉRASE UNA VEZ, UNA RANITA

Erase una vez una ranita que gustaba mucho de visitar charcos ajenos. Cierto día, muy de mañana, se adornó de muchos colores, quería salir de su lago, pues últimamente le parecía muy asqueroso; unos sapos malucos del vecindario decidieron hacer sus juergas ahí, y le habían dejado toda su cochina caca esparcida por las flores de loto que eran las que ella adoraba y donde se escondía de los depredadores, además dejaron todo el licor y las botellas esparcidas en su lago que hoy estaba pestilente.

Ese día  ranita sentía un calor extraño por todo su cuerpo, sus colores se volvieron intensos; amarillo oro brillante, el verde de las praderas recién bañadas por la lluvia matutina, su estómago tenia el brillo de las perlas y  alrededor  de sus pequeñas patitas, la bañaba un azul intenso igual al que miraban sus ojos en el cielo.

Pero lo más extraño y lo que me parecía más raro, era que sus ojos antes pálidos, hoy tenían un brillo mágico, un negro como los ónix perfumados de los valles que se extendían desde la Costa Atlántica hasta mi amado y sufrido Chocó, y alrededor de los mismos, un círculo rojo encendido; como la sangre de los niños que murieron de hambre porque algunos políticos corruptos de Colombia, decidieron que la bienestarina no sería para esos niños negros y harapientos, sino para sus hambreados cerdos. Lo cierto, es que los niños que murieron de inanición, no se levantarán de sus tumbas, tampoco los cerditos, porque el fin era engordarlos bien para celebrar con todas las de la ley, con las copas rebosantes bien en alto: ¡¡salud!!,
gritaban con ese orgullo propio de algunos políticos que se creen superiores a los paisanos que creen en sus cuentos de libertad, justicia y equidad.

La ranita estaba muy soñadora, nunca había tenido un sapo que de verdad la amara y se consumía en su lago, tenía malos recuerdos, pues un sapo viejo alguna vez quiso aprovecharse de ella, y la manoseaba, y ella saltaba y croaba fuerte, pero sus asquerosas manos consumían poco a poco la candidez y pureza de su corazón.

Ranita imaginó que en aquél lago estaba lo que ella ansiaba, había visto muchas garzas blancas volar allí, los patos de agua siempre estaban haciendo bulla cuando la veían de lejos y se escondían entre unas flores de loto que eran extrañas para ella, pero que también le agradaban, sino que su color siempre era violeta, y a ella le encantaban las de su charco,pues sus colores cambiaban siempre, iniciando por el blanco hasta terminar en el púrpura.

Pero estaba decidida a un cambio, poco a poco y un poco temerosa de llegar hasta aquél estanque que la llamaba, un extraño perfume que no comprendía, pero que la ruborizaba y hacía que su pequeño pecho se inflamara de calor, la hizo pegar su último y gran salto... ¡croakkkkkk!, ¡croakccc!  repetía... y allí le respondían: era una música loca y encantadora, allí llegaría, no podría esperar más... y al fin, se ocultó entre las hojas de ese extraño loto para ella, a esperar a esa rana extraña que tenía unas grandes gafas puestas...


Era lo más hermoso que había visto en su vida, tenía una gran boca, aunque le faltaban unos pocos dientes no importaba, porque ranita sabía que en ese charco había muy buenos odontólogos modernos que se los repondrían pronto. 

De improviso, en medio de la gran bulla y los saltos que daba, aquélla preciosura la vio asomada sobre una gran hoja, por muy mínima que pareciera, la delataban sus brillantes colores, él se volvió loco... tenía una gran bolsa debajo de su boca que empezó a inflar y daba saltos tan grandes, que parecía que se estrellaría. Un gran cohete lo lanzó hasta sus brazos y el fuego encendió de nuevo...

Era el rey en éste sitio, se dio cuenta que todas lo amaban, era alegre, siempre estaba feliz y les brindaba tantos cánticos sin importar que esa bolsa en donde estaban sus trinos se inflara toda una noche mirando a la luna, que con sus estrellas lo iluminaban. Parecía un gran sol con un pedazo de cielo sobre él y sus ojos tenían el brillo del verdadero amor. Quedó derretida, éste era su sitio y nunca más retornaría al sucio lago que algunos sapos jeta grande decidieron dañar.

Parecía un rey, era tan bello y tan delicado, que como el primer día que llegó tímida al lago, su mirada sólo se posaría sobre su príncipe azul soñado; en donde todos sus sueños se concretarían en medio de un gran abrazo, y la espuma guardaría la eternidad de sus amores, que dentro de pocos días estarían cantando y retozando junto a las garzas y los patos de agua, compartiendo felices para siempre.



Mis niñas retozaban, -pensaba la ranita...,  el resto parecía un cuento de hadas, mis muchachos crecían y las flores de loto de éste charco tenían un perfume tan agradable, que nunca intentaría marcharme de aquí, "mi rey", se vistió hoy para mí y endulzó mi vida con nuevos y repetidos cánticos de amor, hasta el amanecer, en que nos ocultábamos para que las garzas no se aprovecharan de nuestra nobleza.


Colorín colorado... éste cuento continúa...¡¡croakkk!!   ¡¡croakkkk!!   ¡¡croakkkkk!!


Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, octubre  2/11

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