miércoles, 7 de septiembre de 2011

EL ÓLEO (52)





EL ÓLEO (52)

Hoy observé que los cerros habían sido dibujados con magia exquisita,
ningún pintor podría plasmar tanta belleza sino alguien poderoso,
el que adornaba sus paisajes de vida, donde las aves suspiraban
y sus cánticos llenaban mi corazón de fantasías.

Me deleito con cada amanecer, 
aún viéndolo a través de una pantalla...
Alguien trabajó por mí y me regaló para cada día una nueva ilusión,
la de soñar de nuevo y suspirar por el amor.

Entonaré un cántico mientras mi manos se muevan, 
mientras mis dedos me indiquen el teclado 
y la mente abierta me deje pastar suavemente 
sobre las pálidas sábanas de lirios blancos.

Cada hoja movida por el viento, 
cada beso de colibrí con sus ardientes alas, 
poseído de amor por cada flor del camino, 
regala las esporas y esparce vida donde hay aridez, 
y los caminos se llenan de espinosos cardos...

Aún así en medio de sus lanzas escondidas, 
cada temporada regalará las más hermosas flores, 
que se engalanan cual novia para su fiesta 
y se perfuman de la mano de alguien 
que conoce su candor interior...

¡Qué poco sabemos apreciar los regalos gratis!,
los entregados por el encantador, 
el que nos invita a dar siempre, 
a regalar sólo pétalos perfumados, 
a regar donde hay desierto 
y a sembrar un árbol donde la mano ávida destruyó...

¿Aún hay esperanzas?... 
El depredador ha hecho mucho más, 
pero aún a lo lejos escucho el canto de mi ave consentida, "mi Cielito", 
el de color rojo fuego y un gran penacho en su cabeza; 
aún su cántico es un suspiro y un aliento a mi corazón.

Hay anhelos de reconstruir, 
pero el daño que hemos causado a la obra del Pintor, ha sido grave; 
antes debemos regar con nuestros ojos 
padecer por nuestro propio óleo que es de muerte y dolor, 
y tendremos que regar muchas semillas... antes de...

Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, septiembre 6/11

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