lunes, 22 de agosto de 2011

CANTORES (7)

CANTORES (7)


La lluvia no cesa, 
los cristales caen  y llenan de humedad todo;
los sueños continúan con el trinar  de los niños
que desde los cerros anuncian que mañana el día será claro.

¡Déjate hermoso!, déjate querer mientras los cerros se empapan,
la nieve fría besa las  montañas y arropan el verdor con sus linos.

Tus dedos tocando para mí la melodía suave y cadenciosa,
movimientos tranquilos, vientos de paz 
y una sonrisa nueva por brindar.

Libérate como el viento, 
déjate besar de la nevisca fría, ¡qué frescura!
la candidez de una mano te abriga y no la ves.

Mañana escucharás los trinos desde la sabana, 
felices parecen traídos del sueño de la felicidad,
nunca están tristes y su motivación son las olas del mar
el verdor de sus montañas, 
otros sonidos de alas que los llevan a cantar...

Ven cariño mío... ¡déjate querer!...
No han silenciado sus voces, 
siguen entonando melodías,
mis oídos escuchan suaves gorjeos 
y los veo saltar de rama en rama...

Ven mi corazón de fuego 
único amante en la bastedad de mis sueños, déjate querer...
Mira la nieve crecida en los cerros...,
te quiero consentir como las montañas a los jilgueros,  
así como aman los pentagramas los silencios, 
y mi corazón se llena  de espumas
que caen cual vertientes, 
y me llenan de fantasías nuevas.

Ven, recupera la felicidad, 
que tu rostro no esté huraño...
No estropees con tus palabras la fuente cristalina 
en donde bebes y retozas.

Danza con la brisa, 
no importa si no es para mi, sino por ti...

Sonríe con los cantares que vienen, ellos son gratis...
Observa el verdor de las praderas 
y el cariño que las aves se profesan,
más nadie les enseñó la tarea del amor, 
 y aún así son un gran ejemplo,
saben regalar cánticos desde el amanecer 
y divinas danzas antes de su entrega.

Después, en la sombría tarde,  
se abandonan  con un cálido beso,
se duermen y se pierden
entre las acolchadas nieves de sus plumas 
hasta el silencio del sol
sobre tupidas madreselvas, 
con el sonido de las palmeras que se mecen
y el olor de las orquídeas 
que no exigen nada al mundo
pero perfuman y entregan mieles,  
desde el estiércol de donde brotaron.

¡Libérate niño mío!, no te sientas viejo...
Contempla los cerros que no tienen edad
más siempre reverdecen,
se transforman con los cántaros cristalinos
que bajan del cielo y llenan de vida los desiertos,
hacen entonar cánticos de amor desde las heridas 
llenando el mundo de seres espléndidos 
que viven sólo para alabar
desde que nace el sol hasta el anochecer.


Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, agosto 20/11

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