viernes, 22 de julio de 2011

QUÉ SUENE EL VIOLÍN (283)


QUÉ SUENE EL VIOLÍN (283)

Los otoños me llenan de nostalgia...
Volaron sus hojas con las aves blancas,
la melodía empieza... su cadencia es armoniosa.

Blanca aurora entre mis manos, ojos tristes,
el muerto está ahí, ya no entona cantos al amor
se posa lánguido y frío entre sus manos.

Acaricia de nuevo el cóndor que viene en sueños
sobre la marea acusadora y fúnebre.
La fiebre que levanta tempestades ha huido,
sus hojas cayeron, ya no llevan tu tiempo
quedó entre rosas deshojadas,
flores del camino con nostalgia en las miradas.

Sones interminables... velas encendidas...,
café caliente, chocolate espumoso
que se desvanece en silencio en nuestra boca
con aquél nudo que suele agitar nuestra garganta,
mientras la música tocada por otros
continúa su ritmo interminable.

Ya murió el encino, mi refugio,
murieron las sonrisas con el violín,
ya no hay manos que toquen;
abandonado se encuentra en su esquina
aquél, el  de siempre y por siempre
sobre el oxidado gancho en la pared.

Tarde de colores rojos encendidos
al turbio gris de atardeceres mustios.

¡Madera!... no silencies,
viene un amanecer dorado entre la bruma
que se desvanece en el lago cristalino,
donde extiendo mis blancas alas
y me entrego a ti,

con suspiros de luna clara
violetas encendidas y el llanto de un violín.

Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, julio  7/11

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