domingo, 31 de julio de 2011

LA ABEJA REINA (20)

LA ABEJA REINA (20)


Ayer la ví pálida, absorbía  la miel de sus flores con pesadez,
sus pasos cansados y sus ojitos morados los vi húmedos;
se tambaleaba con sus alas vencidas  y agotadas
que descansaban dulcemente sobre la mecedora,
la rama débil en donde sus cristales se posaban.

Estaban todas sus abejas alrededor absorbiendo su miel,
era el panal que había construído durante 82 años
mi consentida hoy se veía triste, ya no hablaba,
sus gemidos la tenían  humillada y postrada,
un abejorro le había herido el rostro sin motivo...

Todos mirábamos con disgusto al autor de su dolor,
pero él sólo bajaba la cabeza  avergonzado...
Sus impulsos siempre lo llevaban a golpear al más débil
y era ella, mi reina madre, débil y envejecida,
quien ya no cantaba como en otros días,
y recibía siempre, todo el peso de su ira contenida.

Muchos días abrazado al silencio de su propia jaula
sin poder volar con libertad como sus hermanas abejas,
sin poder  expresar lo que su corazón quería,
siempre sometido a ojear sólo flores muertas
que vivían dentro de  revistas donde se mostraban
abriendo sus ramas, los pétalos derrengados ,
y él viendo todo, mostrando a los demás bellezas
que en el fondo de su corazón sabía que eran intocables,
pero eran sus amadas y siempre lo mirarían con amor,
aunque sólo pudiera tocarlas y palparlas sobre un plano
una hoja muerta donde le dibujaban el poco placer que le tocaba.

Ayer la ví, tan triste ... ¡tan envejecida y frágil...!
Mi rostro se empapó de sudor, volaba por todo el sitio,
mi inquietud angustió a los demás,
los pétalos pálidos se tiñeron de rojo,
la fiebre me tomó aprisa y salí volando de ahí,
no quería que me vieran, no pude resistir verla,
sus ojos amoratados  sobre llagas viejas...
La paz que nunca tuvo y que siempre ocultaba
bajo un rosario de tallo de rosas que alguien regaló,
y sus palabras quedas que nadie escuchaba,
de su librito negro.

El de siempre ya estaba deshojado,
como estaban sus pétalos hermosos
y estaban los míos, ya tan poco perfume
pues la quebradiza piel me indicaba
que tal vez pronto sería sólo un tronco acabado,
que la fragilidad de mis momentos los sentía,
así como presentía que tal vez no tuviera que orar primero
sino que una  reina madre dolorida tendría que hacerlo,
como otro golpe a su ya martirizada existencia.

Levanté vuelo suavemente...
Retorné a mi jardín de rosas pálidas...
Aún no puedo dormir,  estoy aquí dejando un poco de miel,
un recuerdo para quienes la puedan libar,
y un beso sobre una pequeña flor besada tantas veces,
que me regaló en la cápsula tibia de su regazo
una  suave caricia, muy de mañana,
y me advirtió que su amor era el mismo siempre
a pesar de sus llagas y de la mortaja gris
que se ceñía sobre su temblorosa existencia.

SHEILA
Barranquilla, julio 25/11

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