viernes, 29 de julio de 2011

DESPEDIDA (236)

DESPEDIDA (236)

Qué pronto cesan las miradas
envueltas en velos de complicidad,
pocos dìas y momentos
contados sin altivez,
alegres con la música
emanada del llanto de los niños,
o los juegos y ladridos de mis tantos cachorros,
junto a muchas aves enjauladas
que felices parecieran
por la apariencia de su místico trinar.

Ya casi se cierra la puerta...
Escucho pasos fuertes acompañados
de gritos con tonos oscos...
Siento miradas penetrantes
envueltas en palabras torpes
perturbando la existencia inconmovible
de mi curtida soledad.

¡Cuantos sueños atrapados!
¡Cuántos años vencidos!
¡Cuántas lágrimas acompañadas por gemidos!
¡Horas y segundos largos y monótonos
ocultos en las nubes del olvido!

Ya casi se cierra la puerta...
Aún estoy despierta esperando su regreso,
percibo olores nauseabundos
a licor, a sexo desmedido
escondido entre la bajeza
de fuertes suspiros y ásperos sonidos.

Se están agotando las horas,
pronto cerrará la puerta
son pocas las prendas,
va liviana la maleta...

Observo levemente sus miradas
un poco inquietas,
y luego,  con sonrisas comprensivas,
me miran y tiernas perlas
embellecen sus mejillas.

Un vacío extraño... de costumbre...,
una paz doliente, un fracaso nuevo,
un corazón ardiente...,
y a éste paso de la despedida,
observo la maleta... !cuánta mentira!
tanta soledad apuñalando el cerebro
entre los quebrantos del abandono de mujer,
exceso de desamor, diría...

Y contenta al fin,
los miro : ¡vamos,
la cena está servida!
¡Hay leche fresca recién ordeñada,
esperando en mi mesa de cristal!

¡Vamos!... ¡vamos...!
Se que pronto
ellos también se irán
a buscar en el horizonte las mismas cosas
que hoy me desvelan
y mantienen con el corazón
cual cola de cascabel amenazada.

De nuevo estaré aquí,
cerca a mi vieja puerta de madera,
con los brazos  extendidos,
el corazón cual campanario abandonado,
y la mirada perdida.


Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, octubre 13/10




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