jueves, 9 de junio de 2016

¿QUIÉN ERES? (45) (A)

¿QUIÉN ERES? (45) (A)

¿Quién eres tú?
¿Rumor de golondrina?
¿Canto leve de pájaro
Revoloteando feliz
En otro encino?

¿Quién eres tú
Que vistes de hermosura el campo,
Llenas de hojas mi árbol
Y las renueva cada tanto?

¿Quién eres tú,
Que exhalas tu aliento
Por las flores
Y llenas los campos de rubores,
De doradas mariposas
Y dulces pensamientos?

¿Quién eres tú, dador de vida?
Cálido Señor de brazos abiertos,
Rumores de mar son tus versos
Sonido de alas tus poemas…

¿Quién eres tú
Que haces llorar a las montañas,
Agitas la tierra,
Y enciendes de furor a los volcanes?

¿Quién eres tú?
¿Luz del mundo
Y ceguera de la noche,
En medio de un globo encendido
Y miles de estrellas como broche?

¿Quién eres tú?
¿Aliento en mis días,
Sanación en mis dolores,
Paz al fin para mi alma?

¿Quién eres tú?...

Raquel Rueda Bohórquez
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RETINAS (46)

RETINAS (46)

En el sibilante ruido del aire entrando por la herida de una puerta, adivinando el vivir en lontananza; he perdido la cuenta de los ocasos vistos y de la luna acariciando los sueños en la vereda pequeña de mi casa.

Me faltó adivinar el silencio de la oruga cubierta en su mortaja, y el extenderse luego de sus alas a un mes de julio, con los ojos ciegos y dolidos.

Todo es mutismo aquí, pero en el más callado de los silencios, entre los diálogos de la roca y el bosque, adivino la libertad del cardo y la callada paciencia del espino.

Pienso en la vida y en el vivir. Cada quien fabrica su prisión y con ello imagina ser feliz, pues ideamos nuestra propia cárcel con barrotes de oro y sueños de grandeza, olvidando de la vida sus rarezas, que son en realidad pavesas.

Recuerdo el caminito aquél, el sol amaneciendo en medio de las grandes y elevadas montañas, las rocas puestas, unas sobre otras, y el hombre caminando con el azadón a cuestas, una carranga en la boca y los pies descalzos.

Vi al roedor, creí en su libertad, pero un cardo se ajusta en su carne, nada merma más su velocidad que el chillido agudo del peregrino y su mirada tan cierta, como los cuchillos que se afilan en el aire y penetran con fervor la carne.

Es ahí, en ese instante, en que la libertad tiene nombre propio y es invisible… ¡Nada dolerá de nuevo!, ni el hambre someterá al roedor una segunda vez; su oportunidad se fue en medio de una correría sin pies ni alas,  pero el ave, en otro día en que se agite otra vez un ardor raro en su estómago y las olas revienten por sus garras, al avizorar la vida corriendo y saltando, con el corazón a lomo de mula, y la carne temblando; ¡no lo dudará!, sus ojos no equivocan la presa, que por descuidada calmará sus afanes en medio de chillidos de cigarra y cantos de mirlo.

Mientras haya estómago, la libertad es un rayo de luz penetrando el foso oscuro de la muerte, y mientras haya pensamiento, el hambre será la medicina oscura hacia la esclavitud del hombre a través de la naturaleza programada en semillas. ¿Quién no se dobla ante el hambre?, será la guerra más cruel y satánica que tiene hoy visos de colores, pero no los queremos ver ni comprender.

El silencio se ha matado con el ronroneo de mi gata, y ese mirar profundo de lámpara encendida en medio de tanta liviandad, su luz es perfecta para mi propia oscuridad.

No habrá una sola estrella libre si el día es perpetuo, más en la negritud, su libertad es un diamante brillando el rostro más oscuro del cielo.

Vivir para morir, pero al segundo lo olvidamos; la gran verdad es la rosa de la cual fui testigo, que se tornó gris en un segundo, para seguir perfumando el huerto triste de una alcoba sin ella.

Ronda en aromas, no dejó de brotar su esencia, aunque su alma se fue por la mirada que se extendió hasta otros confines, imaginando que un sol aparecía luego de una gran caminata. Su andar de nube, sin pies ni alas, se llovió por mi camino.

Brillan ahora en este pálido reflejo que me acercó a otro día, las estrellas que musitan sones de ocarina en la quietud de la tarde, donde se espera un cirio encendido en la mirada, que se dobla, cansada de tanta luz, agotada de esos destellos que no dejan ver más allá de un lecho perfumado, con los ojos que arden y la cabeza a punto de reventar.

Me vi en su penumbra, esperando pegue a la carne la retina desprendida, esa transparencia vital aunada a la oración compartida con la almohada, que despejará dudas, y acercará mucho más el espíritu hacia las cosechas que necesita el alma.

Alma o espíritu, ¿serán lo mismo?, no me quedaré en la puerta de su mirada, han de ser hermanos que se aman y comparten los mismos ojos.

Hay un avizor que espera el paisaje de un niño corriendo, el ladrido de un can poco amado, ¡y la niña feliz!, porque la retina prendió, igual que un tallo de rosa. Ahora podrá ver los paisajes que no se han descubierto y el tiempo que se acorta para verlos.

Raquel Rueda Bohórquez
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NOTA DE MAMI (47)

NOTA DE MAMI (47)

“Para el que tenga alma de poeta,
Lo amo, donde quiera que esté”

Estoy leyendo la página 78 de un libro de poesía y prosa de José Asunción Silva, libro que me regalara mi madre cierto día, en que decidió que ya estaba bueno, y que entregaría sus recuerdos a quienes en verdad los amaran y protegieran,  y tuve la fortuna de recibirlo de sus manos. Al abrir en esa página encuentro su nota; fue un sentimiento grande, sentí que lo había escrito para mí, y fue en este día, después de 4 años de su partida, en que su nota al fin llegaría a mis manos un 9 de junio de 2016.

Estas palabras tan suyas, saber que las escribió en cierto momento y que serían para mí como una joya, causaron gran impresión; fue como si un colibrí asomara a mi corazón, y él mismo fuera una flor abierta palpitando de amor.

Por primera vez me sentí poeta, ella me lo decía siempre, es una palabra muy grande para alguien tan simple como yo, pero salido de su corazón lo creí, pues las dos compartíamos un especial gusto por la poesía y la prosa, debido a la gran sensibilidad que nos juntaba y que nos unía como amigas, tanto como madre e hija. Creo que llorábamos los mismos llantos y sentíamos los mismos dolores ajenos y los aromas que perfumaban en el viento.

Aprovechando días sin Internet, todo se daña, es una ruina vieja que toca mi espalda, un eslabón que anida en el pecho y que lo abre de vez en cuando. Sacudo el polvo de todos esos libros sin lector, no quiero regalar nada, espero unos ojos se pasen por ahí; pero entre todos, hallé lo perdido y entre lo perdido te hallé a ti.

Tu amor es la gota de rocío del instante, es el palpitar eterno donde se cubren las hojas con invierno y la nevisca anuncia besos blancos sobre los árboles, en tanto una colcha se forma con mágico destello pálido, arropando los sueños, en medio de paredes que se escriben con llanto y se leen con un ahogo que apresa la garganta.

Eres el río que motivó mi vida desde tu manantial, sin ti no podría encontrar un camino, sin importar los filos y las rocas, siempre estarás ahí brotando por mis ojos, ante el dulce recuerdo de tu estampa.

Quedó un cierto frío en mi hogar, eras la llave que abría toda puerta, los brazos que siempre estaban de par en par, y ahora que no estás, escucho gritos afuera y adentro, de gentes que vienen y van con sus hambres a cuestas.

Ahí, en medio de la lluvia de la tarde, pasa el mismo vendedor rompiendo el silencio y quebrando la melodía de Cortázar.

¡Que se vuelva liviano su peso!, que no falten las manos que aligeren su carga, para verlo luego con esa mirada extendida y su paso veloz,  con una medio sonrisa en el rostro, y una media lágrima asomada con todo el esplendor, confundido entre el aguacero y el sol que asoma, con el gran arco de colores queriendo arropar una inexistente montaña.

¡La patilla, la papaya, mandarina, los pomelos, los melones, las naranjas! Todo un grito que no puedo escribir porque hasta aquí faltan los signos de admiración. Después de todo, hubo tiempo para bajar y subir con la misma carga, y hubo espacio para descansar y tomar un café caliente, en tanto la lluvia continuaba con ahínco llorando desde adentro.

Vuelvo a leer tu nota, la sensación de que era para mí, regresa; el saber que estarás en medio del silencio de otro día y la quietud de la noche, ha quitado en un instante ese gran deseo de correr que ahora pesa y tuerce las rodillas, por ese raro envejecer antes de tiempo.

Llegará el día en que deba frenar y los brazos estarán reunidos con otros. Espero reconocer siempre tu olor, tus vacíos y distancias, que algún día no serán ni un punto en el recuerdo, porque ya estaremos juntas en el mismo remolino de viento que alguna vez te alejó de mí y los alejó a ellos hacia el lugar donde se fabrica el alma y se entrega a la pasión de la carne que luego la arropa y bendice a besos y leche tibia.

Ese día estará el sol tendido sobre la playa, hará morisquetas doradas, cual si bailara cumbia y merecumbé entre las olas; luego nos dejaremos caer, para admirar más allá de este mundo, que las nubes continuarán volando sin alas y caminando sin pies, y veremos aves que forman imágenes en su vuelo. Los días despejarán esas turbulencias, y al despejar, veremos más cielo infinito y azul, mojado de luz de estrellas y besado de vientos nuevos y frescos.

Todo lo perseguido se esfuma, dejaré al tiempo la cumbre de mis sueños y en ellos estarás siempre, ¡por siempre!, porque el mismo viento mueve tus alas y moverá las mías, así, invisible y generoso nos unirá otra vez, para conversar de cosas simples y sencillas, que son al fin y al cabo las verdaderas alegrías de la vida, y lo serán después, porque lo vano se perderá cual cenizas entre las aguas.

Mi yo poeta, ha nacido hoy, gracias a esa nota llena de amor que dejaste para mí.

Raquel Rueda Bohórquez  
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EL COLIBRÍ (48)

EL COLIBRÍ (48)

La flor espera
En su dulce aroma,
Al colibrí que atrae
Con sus fervores.

A todas ama
Con renovada fuerza
Pues de sus mieles sagradas
Se inspira el hada
Que lo mueve por dentro
Y lo anima por fuera.

Es ferocidad su amor
Beso de Dios para ungir el bosque,
Joya que adivina el pintor
Y con ella idea un broche.

Luego se va.
Más pronto regresa;
En su pico trae el ardor
Que las embelesa.

Vestidas de colores
Con trampas lo hacen su presa
Si a un trago de miel invitan
Sin pedir otros favores.

De lo que da recibe:
Miel que moverá sus alas
Y oro, para bendecir
Otros jardines.

Raquel Rueda Bohórquez
Junio 9/16