viernes, 2 de abril de 2021

EL DÌA QUE TOQUE

 

EL DÌA QUE TOQUE


Y pensé en ti, en los besos que dejaron tu huella en mí, en medio de largos silencios que abrazaron mi cabellera, en días y noches llenos de ausencias y de penas.

 No me cansaré de admirar a mis padres, antes era así: ¡los que Dios quiera!, no se sabía planificar, aún así, cuando mi abuela Eduarda murió, para mi madre fue terrible, nació prematura de 8 meses la bebé Rosa María, quien falleció de hipotermia en los brazos de Miriam.

Vivíamos en una hermosa finca llamada La Cacica en Zapatoca, ahí teníamos de todo y todo es poco, la palabra pobreza no existía, éramos inmensamente ricos, estábamos todos, y ellos, colmándonos de amor.

Recuerdo a los cacharreros frenar y a los muchachos con algo para vender; pero rechazaban la cosecha aún a precios mínimos, porque los frutos eran demasiado grandes.

Vino la inquietud y mi padre vendió nuestro palacio a mi padrino y terminamos en una ciudad donde la tierra no brotaba sus frutos, y otras historias nos hallaron a unos aquí o allá.

Mi padre fue un hombre bondadoso, se vaciló la vida hasta último momento, él nos enseñó que no hay tesoro superior a la honradez.

Tengo un recuerdo entre muchos, de su cara soportando una carcajada, ante las bromas de Kico echando millo en los sombreros y zapatos de los feligreses en la iglesia mayor.

La vida para él fue maravillosa, jamás recordaba sus tropiezos, pero sí sus bromas y a la familia que lo apoyó, amaba y amó.

De mi vieja, que fue una mujer reservada para Dios por su inmensa sencillez y bondad.

Ya van 3, hacíamos cuentas con mi hermano Pablo, el niño que está sentado, nos veíamos a los ojos siempre con esta inquietud.

No tendrá que hacer cuentas ni tampoco me afanaré por hacerlas.

¡El día que toque será perfecto!


Raquel Rueda Bohòrquez

01 02 18


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