EL DÌA QUE TOQUE
Y pensé en
ti, en los besos que dejaron tu huella en mí, en medio de largos silencios que
abrazaron mi cabellera, en días y noches llenos de ausencias y de penas.
Vivíamos en
una hermosa finca llamada La Cacica en Zapatoca, ahí teníamos de todo y todo
es poco, la palabra pobreza no existía, éramos inmensamente ricos, estábamos
todos, y ellos, colmándonos de amor.
Recuerdo a
los cacharreros frenar y a los muchachos con algo para vender; pero rechazaban la cosecha aún a precios mínimos, porque los frutos eran demasiado
grandes.
Vino la
inquietud y mi padre vendió nuestro palacio a mi padrino y terminamos en una ciudad donde la
tierra no brotaba sus frutos, y otras historias nos hallaron a unos aquí o allá.
Mi padre
fue un hombre bondadoso, se vaciló la vida hasta último momento, él nos enseñó
que no hay tesoro superior a la honradez.
Tengo un
recuerdo entre muchos, de su cara soportando una carcajada, ante las bromas de
Kico echando millo en los sombreros y zapatos de los feligreses en la iglesia
mayor.
La vida
para él fue maravillosa, jamás recordaba sus tropiezos, pero sí sus bromas y a
la familia que lo apoyó, amaba y amó.
De mi
vieja, que fue una mujer reservada para Dios por su inmensa sencillez y bondad.
Ya van 3,
hacíamos cuentas con mi hermano Pablo, el niño que está sentado, nos veíamos a
los ojos siempre con esta inquietud.
No tendrá
que hacer cuentas ni tampoco me afanaré por hacerlas.
¡El día que
toque será perfecto!
Raquel Rueda Bohòrquez
01 02 18
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