UN BICHO RARO
Nos sentíamos el eje del universo
nuestra ceguera fue rayo
que ocultó nuestro corazón
del espejo que contenía el alma.
Vacíos nos volvimos... cuencos...
Ecos tristes sin rebote
regresando al nicho
donde la vida se hace ovillo.
Nos enredamos...
Volvimos añicos los sueños de otros
y el tiempo se llevó el amor
que lloraba sales marinas
ocultándolas entre las ostras.
Llegó el tiempo de la indiferencia,
no pudimos finalmente comer joyas
y el brillo del sol
se quedó bailando entre las olas.
Olvidamos el envés de la hoja,
el tiempo que le llevó a la oruga
fabricar su propia cárcel.
Fuimos indiferentes ante el árbol
y pisoteamos las huellas del caminante.
Todo pasó... hasta que llegaste
de manera invisible e improvisa
a calmar el ímpetu del dragón
y la soberbia del hombre.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, 2 08 20
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