BÚSQUEDA
Vivimos inventando un amor ideal y envejecemos en su
búsqueda.
Cada tanto me veo al espejo y recuerdo lo dulce de tus ojos,
¿eran negros tirando a café?, o eran cafés tirando a negro...
Se esfumaron los detalles, me he dado cuenta que no he sido
tan amada como creí, porque fácil me cambiaron por otra sin explicación alguna.
Retorno a los días de la juventud, tan leves y fugaces para
reconocer que nadie me amó más de lo que yo pude amarme, ¿entonces cuál es la
joda?
Hoy por hoy, mi amor es un poema, es un delirio exquisito
que tiene otros paisajes y mensajes, porque vivo en constante cambio interior y
el pasado fue hermoso con todo lo que que se vivió, incluyendo esas lágrimas
que brotaban al recordarte.
Te amé más de lo que nadie lo hará, pero me amo más de lo
que ningún hombre pudo.
A este paso de la vida, mi esquina tiene una gran curva y
temo llegar a ella porque no me gusta el dolor que causa la muerte y menos la
enfermedad que se acuna en donde le da la gana.
Así veo a mi viejo vecino, empeñado en luchar, pero en no
cuidar la salud, porque tal vez anhela tanto cruzar la esquina que se acobarda
un poco cuando está llegando a ella y regresa una y otra vez con esa mirada
lánguida, tratando con su pierna y media de alcanzar la estrella prometida que
cada vez está más cerca.
A esta hora el sonar de la brisa me acompaña, las dulces
miradas de mis perritas viejas y las veo sonreír a medias con su ceguera y sus
temores a dar un paso, más cuando me sienten, sus miradas brillan, parecieran
que me ven, se estrellan contra la pared y tornan despacio a besar mis pies.
¡Esto es amor! ¿Cómo no me había dado cuenta de ello? Nadie
me podrá amar más que mis perros, ¡jamás!, sólo mi madre, sólo ella...
Raquel Rueda Bohórquez
09 03 19
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