TENGO EL CONTROL
Mi vida es única y valiosa, tengo el
control de las personas que entran a ella, de los lugares que visito, de los
libros que leo, de los alimentos que llevo a la boca, de los paisajes que ven
mis ojos, de todo cuanto puedo tocar y ver, tengo la llave maestra, y puedo discernir
entre el bien y el mal.
Soy la roca en donde se posa el águila y
repito miles de veces: ¡no estoy triste!, la melancolía jamás podrá vivir más
de un día en mi casa y los demonios se alejan, se dispersa el odio, ni siquiera
me observa, no hay detalle para mi sonámbula existencia, ¿a quién puede
importar una hoja que está a punto de caer?, pero en el instante de la espina
en el corazón, siempre me doblo, en el momento en que no puedo más con la carga,
me doblego, entrego el cuello cual toro en el matadero, y orando espero a que la
flor abra ante la fuerza del sol.
No puedo quejarme, ¿por qué lo hago?,
recorren mis ojos los senderos de la patria y en cada camino encuentro a un
campesino con la tinaja vacía, el veneno se esparce en los lagos y la ambición
desmedida avanza sin temor con los fusiles preparados y los cuchillos afilados
que entrarán en la carne cansada, para continuar labrando historias en un sendero largo lleno de gentes que ven heridas sus esperanzas y hasta
miedo les da tocar a una puerta que jamás se abrirá.
La sociedad está podrida, hay un cáncer
terrible de ambición, la naturaleza se destruye sin piedad y oro porque caiga un meteorito y nos
desaparezca, pero es mentira, tengo mucho miedo, un depredador anda suelto por
mi ciudad y siempre estoy asustada cuando mis hijos salen a trabajar o a
estudiar, o a vagar por ahí como niños melancólicos, viendo que la juventud se
va y los sueños se queman junto a los árboles viejos que ahora son un recuerdo.
Mi niña está enferma, y el alma está
rota, busco al mejor santo de todos y le suplico salud, paz interior, bonanza,
caminos, esteros, aves sobre las montañas y pegadas de las montañas las luces
del alba y las estrellas enviando mensajes y tonadas de ángeles, para contarnos
historias felices con finales iguales.
Ayer murió un señor muy bueno, el esposo
de mi prima Ofelia, una larga y dolorosa enfermedad se llevó a su amor, se
llamaba, ¿cómo se llamaba?, ahora olvido los nombres, pero Dios lo tenía
apuntado en el cielo, me di cuenta que lo deseaba, que anhelaba descansar y al
fin se dieron las cosas porque Él es un sabio y en el momento justo se lleva su
obra hacia un jardín hermoso, donde cantan otras aves, se inventan los paisajes ¡y
su nombre vino al fin!, se llamaba Daniel, el hombre maestro que vivió con
humildad y no tuvo tiempo para la vanidad, porque lo que amaba siempre estuvo
cerca de su corazón manso, tal fue la
bendición recibida.
Ahora se inquieta mi muchacho, se ve
melancólico y le digo que no leamos noticias tristes, pero es imposible, la
soledad nos obliga a permanecer al tanto de lo que sucede a nuestro alrededor y
eso termina afectando nuestra salud mental, pues sabemos que afuera hay más
sufrimiento del que se puede soportar, y lo regaño, le doy cantaleta, ¡pobre de
mí muchacho!, debe aburrirse de mí, le digo que no se queje, ¿por qué razón si
le duele también el alma?, todo ha sido una lucha constante, entonces vuelvo a
repetir: ¡no te quejes!, jamás veas a los que están mejor porque eso es
apariencia, siempre toca ver a la gente que está peor, tienes salud, amigos,
talento, y bla, bla, bla, le repito todo lo que tiene, pero en medio de mi
corazón sé que también está muy afectado por todo lo que sucede a nuestro alrededor y tiende a la depresión que me
asusta. No me gusta ver a un joven así, lo quiero músico y poeta, lo quiero feliz y sonriente creando pequeñas obras y lo impulso a la espera, al aguante, a la paciencia que
es la creadora de las más altas montañas y me sonríe, esa sonrisa llena mi mundo,
en paz continúo, me invento una razón para continuar y esas razones están por
ahí buscando también salir adelante, a flote en medio de aguas turbulentas y
tiempos muy difíciles.
Nos asusta una represa, tenemos miedo a
que reviente, las cosas no se han hecho bien, y todo el mal causado a la
naturaleza será un triste recuerdo, pareciera que nuestro país está en manos
ajenas, que llegaron monstruos de metal sin alma y se están comiendo a Dios, nos
están matando la fe y el anhelo de un día mejor agoniza en aguas turbias,
pero tengo el control, puedo cambiar la página de mi vida y recuperar la esperanza
perdida, aún a sabiendas de todo lo anterior.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, 14 02 19
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