DICIEMBRE 132017 (Sueño)
Estaba sobre una gran barca, era toda blanca, pero su interior
estaba lleno de colores; ahí observé el azul del cielo y las gaviotas que sobre
las olas descansaban; y al ver la imagen de una pequeña y solitaria ave rodeada
del viento fuerte, sin un árbol en donde apoyar la cabeza y luego verla bajar
una y otra vez en picada, para en un instante bajar sobre las ondas y dejarse llevar con mansedumbre; conversé con
mi interior: ¿si Dios no existiera, cómo podría el ave hacer esto?, luego me
respondí: ¡porque tiene alas!, ¿qué hiciera yo, con alas como las de la
gaviota?, pero empecé a volar sin ellas, cerré los ojos y se me dio la fortuna
de surcar el mar y tocar el cielo, ¿entonces para qué tanta quejumbre?, y las
nubes grises se abrieron, me dieron paso, creía que más arriba tocaría la estrella
más grande que brilla en mis noches,
pero entre más me elevaba más nubes y cúmulos hallaba, ¡creo que me quedaré en
mi lugar!, no es el momento de ver más de lo que mis fuerzas pueden, y en un
instante me sentí pegada de un gran cable eléctrico, su energía me atraía hacia
la llama que chispeaba y tenía mucho calor sobre mi rostro, como si estuviera
expuesta a una hoguera, y rogaba sin poder gritar: ¡Dios ayúdame!, ¡socórreme
ante el suplicio de una muerte horrenda!, y todas las imágenes pasaron por mi
mente, todos los seres que de una forma o de otra fueron parte de mi existencia,
pasaban ante mis ojos sin verme, y en un instante extraño, la misma fuerza que
me atraía hacia la llama, me lanzó lejos, y aquí pude correr a desconectar el
cable, tenía la garganta seca, parecía estar muriendo de sed, fue aquí cuando
desperté y recordé que tenía una cava de icopor llena de pequeñas vidas y que
el bombillo quedó prendido toda la noche, recordé que no había hecho el cambio
por el otro foco que tenía de repuesto, y agradecí por estar despierta; tal vez
algo me avisaba que despertara porque eso podía prender, el soporte estaba muy
caliente pero la temperatura al interior estaba perfecta; recordé los llamados
a una hora precisa cuando mis hijos pequeños debían ir muy temprano al colegio:
¡Raquel, Raquel, despierta!… ese susurro de voz no me habló esta vez, pero sí
me advirtió de un peligro, y ahora estoy aquí, en el día 20 para mis nenes,
inventando trabajos que muchos censuran, porque el mundo vanidoso piensa que lo
único que vale es el dinero y en ello se les va la vida.
Tengo un motivo para agradecer por la poesía, por este
día, por la música que llena mi espacio, por mis hijos y sus afanes de pequeños
gorriones, por el sol y su grandeza sobre mi casa, y luego vienen los versos de
las hojas ante el beso del viento sacudiendo las hojas señaladas y
acomodándolas con amor bajo el árbol que conoce todas mis pequeñas letras y me
invita a sonreír a pesar de todo, porque estamos aquí lidiando con este
maravilloso instante de vida, y sin importar lo que suceda, no hay tesoro mayor
que la existencia, no existe bien más grande que la salud y poder caminar un
rato por mi hogar, aunque parezca vacío de personas, porque todas se van tras
sus afanes, pero me queda la felicidad de la espera, y por ello despierto cada
mañana, remiendo mis esperanzas sobre una taza de café y continúo confiando en
Dios, tengo la fe de unos pollitos retozando por ahí, ¿qué otro regalo más
grande puede existir?, serán mis regalos de navidad, ¿pero si no pasa nada?, y
me responde la voz: ¡lo vuelves a intentar!, ¡no puedes bajar las alas sin
antes aprender a volar!, no hay imposibles que la fe no pueda alcanzar, ¡así
que levántate y camina sobre las rocas calientes!, despierta a esta aurora diseñada
para los amantes, y corre, corre sin herir tus pies, sueña y continúa soñando
que en medio del fuego, estaré para despertarte a otros madrigales frescos,
donde la poesía se crece hacia la cúpula del árbol y enseña sus flores a los
colibríes, entre orquestas dirigidas desde el alma por un “prodigio” que debes
reconocer.
Raquel Rueda Bohórquez
13 12 17
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