Por aquí pasan todos los sueños
y se concretan en el ocaso radiante
de colores atizados,
cual incendio programado
que no hiere ni lastima.
Cesaron los humos en la tarde,
los árboles viejos se fueron
para que los jóvenes ocuparan su lugar,
y las palmeras radiantes
con sus grandes hojas
bailaran al son del río,
una cumbia, o un merecumbé.
Es aquí en el río, cerca de mí,
tanto como tu alma,
en donde mi vida floreció,
y el jardín estampó sus flores amarillas
que agradecidas al sol,
elevan el rostro al amanecer
en donde puedo recordar tus manos,
y ese aferrarse tembloroso de las mías.
¡Oh, si estuvieras aquí!...
Pero en ese milagro de la vida y la muerte,
sé que vas y vienes,
y en mis ausencias me abrazas,
te quedas en el rincón de las oraciones blancas,
para llenar mi vida de poemas.
¡Qué hermoso susurra al pasar!...
Ahí cerca, en la misma curva del camino,
lo espera el mar y lo recibe sin agravios,
lo abraza y lo adoba un tanto,
entre peces gigantes y barcos que van y vienen,
tornando a los ojos toda esperanza.
Sé que irás conmigo muchas veces…
Te sentiré en la gaviota blanca,
en el alcatraz y en los patos negros
que caen en picada, y entre su pico llevan
rosarios de penas y música de cigarras.
Raquel Rueda Bohórquez
04 09 17
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