martes, 26 de abril de 2016

EL CHICO DE LOS PLÁSTICOS (8)

Dora María es la vieja más coqueta que conozco,
Enamorando al chico de los plásticos,
¡Pero qué va!, ella los ama a todos.
Esto sí que es una dulce paloma.


EL CHICO DE LOS PLÁSTICOS (8)

El chico de los plásticos era un chico desempleado quien decidió vender de puerta en puerta cosas para cocina, ganchos, baldes y mucho más; luego lo veo en otro carro empujado por él mismo; ya no podía cargar en sus manos lo que la gente necesitaba.


La primera vez que lo vi por el barrio Paraíso,  tendría menos de 14 años, era delgado, muy bonito, así lo fui viendo año tras año, cantando música religiosa tan linda, motivado siempre por el bien, educado, culto, pues lo lleva en la sangre.

Sus oportunidades estaban en esas manos que se extendían, que no se iban a los grandes almacenes a regalar su dinero, sino que alentando a otros, esperaban siempre al chico de los plásticos.

Hoy pasó de nuevo y recordé su historia. Sonaba la misma melodía que antes cantaba, ahora suena y suena: “luché como soldado y a veces gané”, un vehículo rojo muy bonito, hasta diría que lo compró nuevo, pero no todos conocen de qué manera éste joven ha hecho dinero. 

Ahora más elegante; se ve que la motivación sigue ahí,  no se le ha crecido el moño, continúa igual de humilde y buena persona y  las manos continúan extendiéndose.

Así va el de las verduras con su pequeño carro de metal, así va el de los aguacates con esa vasija pesando en su cabeza, con la misma alegría de cada día. Es ahí en donde las manos que aguardan reciben de esas mismas bendiciones.


Es un ejemplo para muchos jóvenes, a quienes les da vergüenza trabajar y prefieren fumarse la vida en los rincones oscuros de los parques, o estar viendo por las ventanas a las niñas desnudas en sus alcobas, llenando sus mentes de cosas fútiles, así como otros tantos que llegan a la puerta a pedir dinero con inventillos raros; o tantas mujeres que prefieren pedir limosna porque se acostumbraron a la vida fácil.

Es ahí donde la patria la siento grande, y estoy feliz de vivir en medio de esta comunidad poco comunicativa, pero con un corazón inmenso, pues preferimos hacer mercado en la puerta, comprar al que se gana un centavo por cada lágrima, que dejar nuestro dinero en un gran almacén. 

Por eso, esperar la ronda del chico de los plásticos se ha vuelto un dulce descanso y compramos nada más lo necesario.

 Los vecinos están más motivados hacia la naturaleza, están sembrando plantas aquí o allá; ha de ser que ver a esos muchachos y a esas gentes que vienen y van, les ha llenado de miel el corazón.

Luchó como soldado, es verdad, y encontró a Dios en cada puerta abierta y en cada mano extendida.


Raquel Rueda Bohórquez
26 4 16


No hay comentarios:

Publicar un comentario