Se hablaron en el idioma de los pájaros, se dijeron mil frases,
así como las hormigas arrieras, mientras van de camino en camino, podando con
amor las ramas, para que luego se llenen de otros verdores que jamás
comprenderemos.
Se hicieron la venia, así como las grullas antes del amor y
las hojas del limonar fueron cayendo una a una. Conocieron de la flor y del
fruto, del ventarrón y del sol; pero más que todo eso, se contentaron con la
lluvia y el canto del gallo invitando a ver una salida de sol.
Así pasaron, así se fueron, muchos nada recuerdan de los
caminos que abrieron, porque la selva tiene el poder de renovarse, de brotar
otros lirios en medio de la sangre que fue y las huellas se quedan como
nuestros cuerpos, para volver a la madre que los vio nacer.
¿Cuántas aves hemos admirado bajo la lluvia? ¿Cuántas perlas
pálidas han caído sobre las rosas? ¿Hemos contado sus espinas? ¿A qué sabe la
vida si el dolor es la cerca que la cobija?, pero aun así, en medio de espinos,
las flores amarillas fueron la cerca de nuestros sueños, y ahí perfumaron los
amores, ahí se crecieron los estómagos, que fueron lunas llenas, ¡siempre
llenas!, y el caldo servido sobre la mesa sabía a gloria, a bendición, a paz...
De la línea que dibuja el horizonte, no tengo nada claro,
porque al llegar ahí, aparece más distante.
De la muerte, pienso que si la carne no se ajusta a la vida
y el dolor es insoportable, una bienvenida calurosa ha de recibir, por algo
viene como premio junto a la vida, y ésta dura lo que un colibrí sobre una sola
flor.
De tu amor, te diré que dejó un hueco enorme en mi corazón,
ese todavía no se ha llenado, siempre te creí, más la traición es la cobija de
quien predica su honradez, luego, ¿seguiré llorando toda la vida?, ¡ya pasó!, y
cuando el manantial deje de brotar creeré de nuevo en ti.
Ahora ¿de qué hablamos?, cada vez más distantes, se rompió
el hilo de la cometa y ella se fue solitaria, pudo tocar la línea que nos
separa de la verdad, y la conciencia toma asiento conmigo, para escribir un
poco más sobre los lirios que se hablan, los árboles que nos tocan y el aroma
que al recordarte, pasa de vez en cuando por aquí.
Raquel Rueda Bohórquez
27 9 16
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