SUEÑO 25916 (9)
Era todo correr, detrás de mí no había quedado nada, porque
lo que venía era un precipicio; más nada asustaba porque el miedo había tocado
fondo, ya conocía del sabor de la sangre y el arma que se dispara en la
oscuridad, conocía de los dedos que hurgan la tierna carne de un cordero y la
espada que penetra luego, rompiendo nuestro pequeño mundo sin piedad.
Ahora todo arde, parece que nos quemaron desde adentro, el
corazón ha silenciado sus campanas y tocan a difunto, ¿quién ha muerto?, recordé
a Esperanza, tan bella y radiante, quien en el murmullo de un día y el asomo de
una noche ya no estaba.
Somos la semilla en la pradera, la que espiga y en el pico
un ave se lleva. Somos la mirada inocente que todo lo olvida porque el tiempo
sana, ¡¿quién dijo tal falsedad?!, el tiempo no sana ni cura, el tiempo curte
las heridas y las deja para la melancolía.
Seguí soñando, recordé rostros, números y palabras, ¿para
qué voy a escribir nada de eso?, ¡me asusta!, ¿qué tal que suceda dentro de un
momento? ¡Hoy no estoy para velorios!
Retorné al cordero herido con la espada y el chorro que se
llovía desde abajo…
Después de todo, había un manantial en cada uno de nosotros,
al herir la espada el chorro buscaba las alturas, quería volar entre burbujas
de fuego, pintadas cual labios de prostitutas que esperan a la puerta al esposo
hambriento de sexo.
Después de ayer, vino la noche, nada más perfecto que la
oscuridad para sentirnos a merced de las estrellas, ¡qué divina estuvo!, pude
contarte en ella, eras la de luz más encendida que parecía un espejo por donde
pasaban las ideas y florecían.
En un segundo me perdí, ¿en dónde estoy?, era la profundidad
del sueño que me permitía volar sin alas, y con los brazos extendidos toqué tu
rostro, y Él era tu misma luz que dormía en cada estrella, su muerte era para la noche una lámpara
colgada en tan enorme distancia, que al despertar se hizo inalcanzable, se
transformó en la línea horizontal que se guardaba en los ojos de mañana y se
tocaba en algún punto del infinito con la tuya, en un ahora que aún no he
soñado y en un mañana tan incierto como un despertar.
Raquel Rueda Bohórquez
25 9 16
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