Nuestra casa fue grande, ¡enorme!, en la esquina de un gran
colegio, y de ahí, después fueron otras esquinas, otros parajes, pero la casa
pequeña se quedó por siempre en nuestro corazón; fue esa, la que estaba cerca
del cementerio viejo, la que tenía gradas para llegar a la montaña, la que nos
halló pastoreando una cabra y criando un pichón de mirla. Esa casa conoce más
de una historia triste y alegre, porque la vida se compone de pequeños
milagros, y grandes dolores, de ahí su magia.
EN ESE TIEMPO (33)
Bailaron sus alas
Al beso del viento;
Corrieron los pájaros,
Parecían mágicas cometas
Prendidas de su mano invisible.
Hubo estaciones y las aves de paso
En su descanso,
Agradecieron con un trino
La magia de existir.
De todo hubo ante tu presencia:
Los trajes que bailaban
Cual mariposas en la primavera,
Las puertas abiertas, /tus brazos;
El perfume del café en la cocina,
Los gritos de los niños,
El ladrido de Káiser.
El cantor sinsonte
Que vivía pendiente de ti,
Las flores que tocaban gaitas y sonatas
Con todos los gorriones dispuestos,
Y todas las montañas erguidas.
Las nubes cambiantes
Y el sol, el divino sol
Que se enorgullecía de ti
Armando cada pentagrama
En medio de un día gris
Para que asomara el iris
En medio de todos los silencios.
Raquel Rueda Bohórquez
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