domingo, 3 de abril de 2016

ARROPADAS DE NIEVE (90)

ARROPADAS DE NIEVE (90)

¿Acaso importa la nieve más que la lluvia?

El día que deje de nevar, se despejará el bosque y cada árbol sabrá cómo reverdecer; pero el día que caiga la lluvia, veré cómo florecerán poemas en cada corazón.

Más si un día no hay árboles, ¿puedes imaginar en qué lugar brotaría un poema?, sería como pensar en el amor y desearlo, pero jamás recibir respuesta.

Por eso, el día que deje de nevar o el día que no llueva más, será porque me he ido a buscarte, y reventaremos entre los dos la profundidad de un desierto, horadaremos en su corazón para llenar cada rincón de verdes, de rojos, de tantos colores que el arco iris estará celoso de un amor así.

Me inquieta también un poema que acabo de leer; “El sueño de los árboles”, de Jorge Esquinca, donde su inquietud se parece a la de muchos de nosotros, también pensé en esas aves que se posaban en el árbol del patio vecino, en esos cotorros cara sucia que hacían mis días hermosos viéndolos comer frutos, y que nunca tuve la velocidad de retratar sus imágenes tan divinas,  y del mirlo que adivinaba era mi madre cantando cada día para mí, de tantos  y tantos ángeles que corrían presurosos buscando un contento.

Ahora, ¿qué sería de ellos?, ¿a qué árbol se arrimarán si cada día veo menos?, y en esto expresé mi angustia, de ese otro día cuando todo sea un mundo de cemento, donde no florecerá ni siquiera un poema.

Ese día no estaré aquí, pero habrá muerto gran parte de la poesía que volaba por el cielo, y correteaba hojas y flores; que en medio de ellas armaban nido, y la vida se convertía en un racimo de frutos para contentar y mitigar el hambre de amor que tanto nos falta  y que a ellos sobraba.

Me inquieta el mundo del silencio, ese día seremos zombis, muertos vivos andando por ahí, soñando el mundo que teníamos, pero que nuestra ambición y ceguera no permitió.

El día que deje de nevar o de llover, el día que no vea un árbol en cada puerta y las montañas se hayan ido a vivir al mar, ese día seré parte de una estrella y desde arriba lloraré sobre sus obras.

Ese día está cerca, tan cerca de ti, como éstas ganas que tengo de amarte, este deseo grande, este anhelo de contigo  caminar descalzos por la arena, para adivinar en el cielo flores blancas y reír con sus ruidosas serenatas esperando el sol aparecer.

Ese día tal vez no lo veré, pero al visualizarlo lo estoy viviendo.

Raquel Rueda Bohórquez
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