ARROPADAS DE NIEVE (90)
¿Acaso importa la nieve más que la lluvia?
El día que deje de nevar, se despejará el bosque y cada
árbol sabrá cómo reverdecer; pero el día que caiga la lluvia, veré cómo
florecerán poemas en cada corazón.
Más si un día no hay árboles, ¿puedes imaginar en qué lugar
brotaría un poema?, sería como pensar en el amor y desearlo, pero jamás recibir
respuesta.
Por eso, el día que deje de nevar o el día que no llueva
más, será porque me he ido a buscarte, y reventaremos entre los dos la
profundidad de un desierto, horadaremos en su corazón para llenar cada rincón
de verdes, de rojos, de tantos colores que el arco iris estará celoso de un
amor así.
Me inquieta también un poema que acabo de leer; “El sueño de
los árboles”, de Jorge Esquinca, donde su inquietud se parece a la de muchos de
nosotros, también pensé en esas aves que se posaban en el árbol del patio
vecino, en esos cotorros cara sucia que hacían mis días hermosos viéndolos
comer frutos, y que nunca tuve la velocidad de retratar sus imágenes tan
divinas, y del mirlo que adivinaba era
mi madre cantando cada día para mí, de tantos
y tantos ángeles que corrían presurosos buscando un contento.
Ahora, ¿qué sería de ellos?, ¿a qué árbol se arrimarán si
cada día veo menos?, y en esto expresé mi angustia, de ese otro día cuando todo
sea un mundo de cemento, donde no florecerá ni siquiera un poema.
Ese día no estaré aquí, pero habrá muerto gran parte de la
poesía que volaba por el cielo, y correteaba hojas y flores; que en medio de
ellas armaban nido, y la vida se convertía en un racimo de frutos para contentar
y mitigar el hambre de amor que tanto nos falta y que a ellos sobraba.
Me inquieta el mundo del silencio, ese día seremos zombis,
muertos vivos andando por ahí, soñando el mundo que teníamos, pero que nuestra
ambición y ceguera no permitió.
El día que deje de nevar o de llover, el día que no vea un
árbol en cada puerta y las montañas se hayan ido a vivir al mar, ese día seré
parte de una estrella y desde arriba lloraré sobre sus obras.
Ese día está cerca, tan cerca de ti, como éstas ganas que tengo
de amarte, este deseo grande, este anhelo de contigo caminar descalzos por la arena, para adivinar
en el cielo flores blancas y reír con sus ruidosas serenatas esperando el sol
aparecer.
Ese día tal vez no lo veré, pero al visualizarlo lo estoy viviendo.
Raquel Rueda Bohórquez
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