jueves, 21 de abril de 2016

ALICIA (24)

El paisaje azul, una roca donde se posa la más bella de las aves, un pekín macho que adivina del paisaje, a un alma que en vuelo va con alas de cristal y se pierde ante su mirada, pues va más allá, hasta  donde el sol se junta con todos los colores y la montaña reverdece mucho más...

ALICIA (24)

De ella, contaré que su sangre corre por la mía y que todo ayer nos despertó, sin vernos ni abrazarnos. Cada afluente siguió su camino, pero jamás dejó ser parte del mismo.

Veía un Pekín con sus mágicos colores de macho, extendida su mirada al horizonte, sin pensar en nada, pero sabiendo que estaba ahí, en medio de un paisaje magnífico, sin imaginar que su presencia parecía una flor pintada por un Rey.

Ella era parte del mismo paisaje, de los mismos sueños e ideales que nos trasnochan. Sus historias marcaron pasos de madre, su vida tan suya, de la que me ha quedado tan solo su nombre, pues recuerdo de niña, a una tía bonita que se paseaba del brazo de sus hermanas, como un día también lo hicimos por esa calle real en medio de risotadas y esperanzas.

Pekín no se mueve, está ahí en su estación, pero adivina a un ave que pasa y entre cantares se pierde con la lluvia que cae sobre un altar.

Y no fue más aquí, Alicia, la tía, se fue hacia ese paisaje al que también iremos, uno a uno, con la seguridad más pura, de que nada hay más cierto que morir, ni más incierto que nacer.

No sé qué día es hoy, pero se ha ido, es un ave que cruza el estero, va hacia donde se junta el sol con el cielo y bailan todos los colores.

No importa lo que haya pasado, ni lo que jamás nos dijimos; sólo descansa en paz y canta, canta junto al vencejo que ayer fue golondrina.

Raquel Rueda Bohórquez
21 4 16


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