AL ÁRBOL CAÍDO (82)
La nieve es la promesa de que mañana el bosque mostrará de
nuevo su grandeza, y las aves retornarán a formar orquestas y a buscar ramitos
secos para fundar iglesias.
Él cayó, pero estoy segura de que murió en pie, y ahí
estuvo, hasta que la brisa terminó su obra. Así somos, ese día no habrá viento
tocando nuestro pulmón, se irá porque necesita impulsar el alero de nuestra
alma.
¡Un joven árbol, hermoso, hasta tenía ojos!, su color miel
estuvo en los míos por más de 20 inviernos con sus primaveras y veranos, ¡lo
recuerdo tanto!, teníamos gustos iguales, a los dos nos encantaba Bob y toda la
poesía que sus hojas regalaran, pero muchas no fueron leídas, no hubo tiempo para
escribir sus historias, y ellas ni siquiera lo pensaron, se fueron lentamente,
cambiaron de color, fueron tierra húmeda bajo cualquier roca o entre el paisaje
que se nos permitió por un día más.
Era el árbol más hermoso, de eso tengo memoria, tenía su tronco
fuerte en donde nos pegábamos todas y sentíamos ese gran corazón, parecía un
sonar de campanas, semejaba un potrillo salvaje ansiando volar por entre las
cuestas más empinadas de la vida, más hubo un día en que hubo un freno; ese día
mi árbol se sostuvo en pie y abrió sus brazos, era así, tenía brazos fuertes,
eran cobijadores y frescos y con la brisa lo escuchaba cantar, reír, llorar…
Sabía cada historia del camino, a veces peleaba con los
árboles vecinos por lo que injusto parecía, y continuaba luego, como si nada,
perfumando, siempre perfumando sin importar la estación.
No pude verlo, ese día estaba adivinando su alma sobre una
rama; recuerdo que le dije a mami: ¡mira madre un canario dorado!, tantos días
viendo hacia ese árbol frondoso y había renegado porque no había adivinado un
solo pájaro, y ese día, recuerdo que era de tarde, casi las 3 pm de un día 3 de
mayo, y él inició a volar ante mis ojos, saltaba con gracia de gajo en gajo y
luego desapareció para siempre.
Retornar al huerto fue triste, pero el ave continuó cantando
en su bosque, ese día llovió a torrenciales, ese día llovieron perlas en todos
los ojos y no podíamos comprender la razón de que un árbol tan joven hubiese
caído.
Luego de muchos días, aprendimos que el árbol siempre estaría
ahí, hasta que el viento en su andar se antojara, y se antojó del más joven y
hermoso.
Recuerdo su último
abrazo, estaba sudado, parecía que había llovido por dentro de tanto correr, y
no me importó mojarme de él, nada me importó lloverme en su cálido mirar y no
me importa ahora seguir lloviéndome por dentro y por fuera, porque éste árbol
era muy amado, para olvidar que su grata presencia siempre estará cantando en
nuestro propio árbol, porque somos esencia de la suya.
Raquel Rueda Bohórquez
4 4 16
No hay comentarios:
Publicar un comentario