LA CRUZ (43)
Nos enseñaron, que Jesús fue crucificado
Y con todas las reseñas históricas, lo creo.
Cada día mi madre leía sin cansancio los pasajes de la
biblia; pero no es suficiente con leer ni aprender de memoria tanto versículo y
capítulo; lo más importante es poner en práctica, y vuelve y juega el amor, es
el único motivo por el que estamos aquí un rato, y todos tenemos una cruz para
cargar, nadie está libre de sufrimiento; pero no es mayor el peso de mi cruz
que la de otros.
Siempre estamos con esa queja diaria, mi madre nunca
renegaba, hasta con dulzura cargaba sus achaques y hasta nuestra propia angustia
llevaba. Nos decía que teníamos que aprender a llevar con humildad esos días de
tristeza, porque también en el camino, había momentos para el gozo.
Cada año hacíamos oración especial en estos días, ahora cada
quien por su carril, y en esto viene la pequeña parcela que hoy pide a gritos
lluvia. Han muerto las tortugas del jagüey, muchas plantas, y los árboles se
han quedado sin hojas, porque necesitan esa provisión de sus corazones para
soportar ésta gran cruz de sed, así como Él tuvo que padecer y continúa a pesar
del tiempo, soportando las espinas de sus hijos necios, de nosotros, sus ovejitas grises que cada día
estamos más a espaldas a ese amor, a esa esencia de la que estamos hechos,
porque prevalece la injusticia, y mientras el mundo continúe así; mi amor, el
Rey, estará sangrando por sus heridas frescas.
Recuerdo a cada uno con la cruz que fabricábamos en la
pequeña parcela y el recorrido en medio de bromas y risas, pero también había
mucha devoción y respeto. La oración fue la que nos mantuvo unidos como
familia, pero el hilo se quebró, al irse la reina, otros enjambres se formarán
y cada quien continúa su camino en búsqueda de esa miel y esas flores que nos
tocarán.
Vivir como si no fuéramos a morir, es la causa de tanto
descontrol; vivir dependiendo de cosas y para conseguir cosas, y en esto se nos
va la vida por entre un sifón; más lo rico de existir, de compartir en verdad,
es todo ese camino en familia sin egoísmos, llevándonos de la mano,
levantándonos y volviendo a caer, teniendo la certeza de que estamos unidos y
así todo es soportable, pero somos egoístas, vivimos pendientes de la vida de
otros para censurar, para denigrar de nuestros sobrinos, de nuestros tíos, y de
nuevo se ha blanqueado el cabello, nos hemos apartado unos de otros y empezamos
a mirarnos con sospecha.
Somos seres humanos en un mundo cada vez más cercado de
indiferencia ante el dolor ajeno, y el amor agoniza en una cruz de cemento, en
tanto mueren y mueren los dueños del bosque y nos quedamos cual vencejos,
buscando un arroyo en medio de un desierto que poco a poco vamos construyendo.
Hoy es un día para cambiar, mañana no existe, somos la hoja
que el árbol no ha mudado, y cuando soplen vientos del norte, danzaremos un
tanto, para permanecer en la tierra a la que pertenecemos.
Hay una cruz en nosotros mismos, abrimos los brazos y ya
estamos crucificados, pero tenemos que llevarla con amor, saber disfrutar éstos
segundos de vida que con tanta pasión nos fue entregada.
Mi discurso pequeño de gorrión, me ha permitido saber, que
un Jesús de amor está en cada mirada que nos circunda y en cada ave que surca
el cielo.
Con cada injusticia y desamor, estaremos escupiendo el
rostro a mi Señor, porque todos somos esencia de Él, quien está en cada ser
oprimido y humillado por nuestra causa.
Raquel Rueda Bohórquez
25-3-16
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