CONFESIÓN (18)
¡Hasta mañana!, jamás me cansaré de doblar las rodillas,
para agradecer a mi Señor por tantas oportunidades de vida que me ha dado.
Estuve muchas veces en medio de fieras y me sentí
salvada. La muerte que mis enemigos desearon injustamente, se convirtió en vida
y felicidad. Ahora, en este segundo me perdono, te perdono, perdono al universo,
y tengo de testigo al cielo de mi arrepentimiento.
Si acaso he dañado en mi camino, o he ofendido a una
persona, /creo que sí, a muchas/, pero mi Jefe amado me enseñó a defenderme
también, entonces me dijo ahora que no era pecado, ¿he intentado matar a un ser
humano y he deseado su muerte?, veré en mi interior, puede ser, a un violador y
asesino de niños, ¡creo que sí!, tengo otros pecados por ahí, pensamientos
perversos nada más, por ejemplo sentir mucho enojo por esas personas que
interrumpieron mi felicidad en mi hogar por simple egoísmo, y que me robaron
poco a poco cada sueño en mi camino; ¡los perdono aquí y ahora!, los
resentimientos se han ido, parece que estoy fumando un cigarro, el humo hace
una pequeña danza, entre violetas y blancos, y la brisa disuelve todo.
Me perdono y te perdono, porque me faltó carácter para
reprender a mis hijos muchas veces, y acepté con tristeza ultrajes de unos y de
otros, y a mi manera intentaba defenderme, ¡no existe nada!, se fue...
desaparece...
He amado con intensidad, pero ese amor jurado y bendecido
se ha mancillado; te perdono y me perdono, pero no continuaré en este pecado de
estar encadenada a quien jamás me ha valorado, y me ha causado dolor,
poniéndome en burla ante semejantes pavas alborotadas y en vez de mis brazos
prefirió pagar los servicios de cortesanas. No existe rencor, ni odio, ni resentimiento,
ni celos, todo se ha ido, aquí y ahora.
Perdóname Señor por ser como soy, pero me acepto, y sé
que me aceptas; que no debo sino a mi hermana unos pesos, y que pronto
devolveré no solo sus préstamos, sino ese cariño que nos ha resguardado como un
verdadero grupo de hermanas, protegiéndonos de los machos, y atesorando el amor
verdadero de nuestros padres. Me perdono y te perdono, y me levanto porque ya
me arden las rodillas.
Perdono a todas las chismosas y chismosos, que han
inventado cada cuento en mi camino, no hay dolor ni sombra; les bendigo en el
nombre de Jesús y sean muy felices.
Mi confesión nada tiene que ver con nadie, es un
ejercicio mental, porque estoy sanando las pocas heridas que me quedan, y
aprovecho la imagen tan perfecta y llena de luz para hacerlo, sé que Dios está
aquí o allá, pero siempre está más cerca de lo que imaginamos.
¡Perdóname Señor!, porque también hablo de otras
personas, siento mucho enojo con la traición y la mentira, y además tuve muchas
fallas como hija, jamás dije a mis padres cuánto los amaba en realidad, aunque
tuve muchas oportunidades, era tan solo decir: ¡te quiero!, no era difícil,
pero jamás lo pronuncié y por esto jamás me perdono, pero tú sí, porque eres el
amor y la luz en mi camino.
El resto de pecados tú los conoces, debo estar limpia,
porque mañana será un día grandioso para mí, y estará mi casa abierta, con sus
puertas y ventanas de par en par, para que te quedes en mi hogar por siempre, y
en mi corazón por una eternidad.
Amén.
Raquel Rueda Bohórquez
21 1 16
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