TESORO
PERDIDO (38)
Recuerdo,
que todos querían comer oro;
Qué se
colgaban del cuello esos tesoros.
Abrían sus
vestidos grandes, ¡eran preciosos!,
Pero no
podían caminar, ¿se bañaban bien?,
¡Eso no lo sé!,
pero llegaron como buitres,
Nos vieron
como su carroña y devoraron todo,
Menos
nuestras hormigas culonas.
Pero no
fueron los de ahora.
¿Por qué
peleamos tesoros?
¿A quién
pertenecen?
Preguntemos
a los herederos del bosque;
A todas las
montañas y árboles destruidos.
Fue un
saqueo pavoroso,
Se llenaron
tanto de todo,
Que siempre
vivieron vacíos.
Un mundo de
colores, de fusiles y de sangre,
¡Esos fueron
los rubíes que nos dejaron!
Un charco en
todo lado, un agónico sonido
Vencido de
dolor entre las sombras.
Escucho ese
ruido ensordecedor:
¿Quieres el
espejito mágico?
¡Dame todo
ese oro y será tuyo!
¡Tan
ingenuos mis amores!, mis padres viejos,
Los dueños
del sol y las estrellas
Que lloraban
bosques perdidos,
Y tambores que
sonaban a guerra.
Y se hundió,
se devolvió la espada,
Todo volverá
a su cauce...
El río
buscará su sendero viejo,
Las rosas
seguirán pariendo espinas,
Y el hombre
continuará con hambre.
¡Siempre
habrá un tesoro por comer!
Pero su
hambre será un veneno
Que nos
corromperá a todos
Si
continuamos en ésta locura,
Queriendo
robar al cielo su brillo
Matamos por
un diamante;
Y anhelando
cargar el sol en nuestros dedos,
Nos volvemos
ciegos,
Pobres
ciegos, pobres tontos humanos…
¡Pobrecitos
de nosotros!
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
diciembre 10/15
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