sábado, 12 de diciembre de 2015

DEL MAR (28)



DEL MAR (28)
                             
Es que para hablar del mar, se necesita tener empuñado el corazón y estar en silencio, que nadie perturbe esa oración de los alcatraces, y ese caer como una flecha para partirlo en dos.
                                         
Con su danza, parecen mujeres las olas, livianas, fáciles, son creación del mar, el mismo que las hace subir y a su antojo bajar, las encumbra o las arrastra, igual no le importa qué tan grande seas, siempre tocarás su orillo y retornarás a él, con sus mismas lágrimas.

Por más boscoso que sea el camino, por más abiertas que sean las cuchillas, por más rocas y espinos, siempre, siempre mi amor divino, has estado ahí, como una promesa, que pinta rubores en mis alas, al beso del astro rey, a la caricia del amante esperado.

Siempre te escucho, pareces un padre anciano que ya conoce todas las flores y los vástagos heridos, hablas fuerte, con sabiduría o pausado, esperando la elegía de una marejada, esa interior corriente que te hace nacer faldas blancas y espumosas, para correr y correr hacia puerto, y desaparecer mudo, tan mudo como el beso de la muerte.

También escucho cómo caen las hojas en mi balcón, y al adivinar tus ojos en medio de tanto ruido, hace un giro mi corazón, se me habla de algo que no comprendo, mis brazos continúan abiertos para ti, pero estoy inquieta, creo que soy un pobre pájaro, sólo eso, una tonta ave que no sabe a dónde ir,  pero me doy cuenta que no tengo ni balcón ni árbol, ni brazos, eres todo lo que llena mi mundo, ¿para qué me castigo entonces?, ¿qué otro sueño más enorme, que saber que en ti puedo consumirme, nadar, y ser feliz?

Y al agitarse con su fuerza interior, proclama a sus gaviotas que nadie como él les dará tanto amor, es ahí cuando me doy cuenta de lo grande que soy.

Si estoy a tu lado, no hay pequeñez en tanto esté cobijada por ese azul profundo en donde puedo retratar una imagen de pájaro con sus alas blancas y su pico de oro.

Es ahí, que descubro de nuevo que no habrá roca para mí, sino, que en caída libre estaré sobre ti, como si fueras mi caballo de sangre azul, y me paseo de aquí para allá, me regalas cada tanto un cariño, para irte jamás, para abandonarme nunca, nunca, ¡¡nunca!!...


Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, diciembre 12/15

No hay comentarios:

Publicar un comentario