martes, 13 de octubre de 2015

¿Y LA HIEDRA? [59]

¿Y LA HIEDRA? [59]

Estuvo ahí también,
hizo madurar a la fuerza,
tocó fibras imperfectas
y el tronco, a pesar de todo,
fue lo que tenía que ser,
con ella gritándole al oído,
arañando su corteza,
dejando heridas
que mostrarían abiertas venas
para sobrevivir con su ayuda.

Luego, sentí que moría el árbol
¡Pero fue mentira!
No evitó la hiedra flores y frutos,
muchas semillas con él,
pasaron de herencia a otro bosque.

Sin equívoco
un ave fabricó un nido,
una alondra encontró consuelo
y una hoja cayó al descuido.

La hiedra cubrió mi pared
¡Parecía hermosa y fresca!
Más una hierba más venenosa
fue lengua y espada
penetrando mi corazón.
¡Ay de la pobre!
Jamás imaginó que mi carne sentía,
que más que un aroma
era un “algo” que veía,
y su visión no fue tan lejana
la mía advirtió que estuvo,
porque deseabas.

Luego, murió también,
pero su muerte no fue en vano
porque agarraría de frente  la espada
y tragaría cada inmundicia a su paso.

Perdiendo el filo, ¿en dónde queda su poder?

No fue la hiedra en verdad
¿Por qué razón la culpamos?
Ella necesitaba una ayuda,
pero sus anillos se abrieron
para tropezar con la esquina
a donde cruzaremos todos,

con ese mirar perdido en la distancia
sin anillos que puedan sostenerse
porque ya no seremos vistos.

Esos ojos habrán perdido la batalla,
y a pesar de tanta inquina,
la hiedra continuó su camino
pues su destino nadie lo cambiaría.

¿Qué nos impulsa a culpar a la hiedra de todo?

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 13/15







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