EL ERMITAÑO [31]
Se
acomodó a un préstamo,
al
canto de las gaviotas,
a
lo tibio y ardiente de las arenas,
al
sol, y a las cambiantes mareas.
Del
ermitaño conozco sus pasos;
se
parece a mí, ¡pequeño y fuerte!.
Sin creerse nada,
es
propietario de un rincón.
Va y viene un paso,
regresa
dos…
Su
mirada es de niño curioso
que
se crece en medio de sueños.
Se desnuda un tanto para todos
ajustando
su vida
a
un muerto cristal.
Su
hogar, ¿quién lo habrá donado?
No
hubo tiempo para agradecer,
pues
el ermitaño sin saber,
halló
en la playa un palacio
que
lo hizo rey.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 20/15
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