ANACONDA
[37]
Soñé con una gran anaconda que
esperaba a su presa, estaba tranquila, movía sus fauces como preparándose para
devorarme, ¡soy tan pequeña! lo único que no podría tragar sería mi alma,
porque se creció en ese pastizal.
Luego, quise salir de nuevo y no
estaba, sentí mucho miedo, pues lo incierto de la noche nos hace cobijar los
pies, ¿en dónde estás?, pero no respondió, una inquietud nueva, boca seca,
mucha sed...
Rayos penetraron un resquicio mínimo,
la oscuridad tornó en dorado, mis ojos enceguecieron ante su fulgor, más en un
rato, parecían danzar las ramas en mi árbol, cuando sentí un suspiro suyo
cantando en un pequeño gajo. ¡Mi amor!, ¡mi dulce amor ha retornado!
Pico amarillo, patitas de oro, el
mirlo regresó y con él mi corazón dio un vuelco, la vida parecía tener sentido,
se esfumó la tristeza de ayer por ese mismo resquicio, y me senté a escuchar
una balada hermosa, sobre la misma roca del día a día...
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, sept 16/15
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