VENGO DE MI MADRE [80
Vengo de un paisaje tan mágico, que cuando brotaba la primera flor del
limonar, todos corríamos no a ver sus flores, sino a disfrutar su aroma.
Mi madre marcaba los huevos de gallina con una una fecha, era religiosa
la echada en un mismo día, pero unos nacían antes y otros después, cada pollito
tenía un significado en nuestra vida, más era de enorme felicidad ver uno de cuello destapado, diferente a
todos, decía mi madre: éste será el padrón y lo ofrecía a un santo, si tiene
dos lagrimitas blancas es para San Jorge, pero si son rojas, entonces un gran
sancocho con rosario ofreceremos a la madre de Dios.
Así es la vida en el campo, o en el pueblo si tenemos solares que parecen campos para sembrar esperanzas y recoger sueños llenos de versos,
los de mi madre en cualquier día, en que adivinaba en la luna un mensaje y
sabía qué tenía qué hacer.
El mejor poema lo viví en el campo, la niñez jamás se olvida, desgranando y escogiendo semillas de café en medio del canto de las aves y la caída de
una cascada, desde una cuesta bordada en rocas lisas y hermosas.
Vengo de una tierra muy roja, el verde parece una mentira en medio de
éstos paisajes tan majestuosos y montañas tan inmensas, que al llegar a
la cima podíamos tocarnos con el sol y escoger fácilmente a nuestra
estrella, sin miedo ni temor a que desapareciera para siempre.
Vengo de donde se come de lo que la tierra da, y se agradece por las
manos que riegan, por las que enseñan a otros la tarea de amar y bendecir cada
gajo en el camino, y cada espino, pues en medio de todo, muchas flores
resucitan cada mañana, y otras, esperan a la noche, y con el paso de la nieve,
despiertan al bosque.
¡Sí señores!, vengo de la tierra donde habita gente buena y laboriosa, y
sembramos rincones con boñiga fresca de vaca, para cultivar orquídeas para
María.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 2/15
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