AMOR DE POESÍA [58]
Advertí, que mi pluma
era de gorrión, y un amarillo faisán entre oscuras letras, anunciaba con tal
alegría, otra navidad... ¡pero no sé!, ¡estoy confundida!, me enredo, doblo el
cuello y me escondo bajo la roca bendecida, en donde hay un cofre para dos, y
te espero desnuda...
Llueve ahora, caen
besos y quiero mojarme contigo, ¡que se llene de ruido el huerto!, de perfume,
de nidos...
Que el mundo sea un
sonido orquestado por las aves y los caminantes del bosque, ¡que huela a caña,
a pino, a roble!
Que las flores abran
en cualquier estación en el tiempo, y estemos como las aves, arrodilladas
esperando la bendición de la mies en el vientre, y como los frutos, ansiando
que un pasajero hambriento, encuentre sosiego y paz bajo las ramas que
los sostiene.
Advertí que estabas y
que estoy, que pasé muchos años buscando el amor, que se desperdiciaron miles
de días y segundos odiándonos, buscando en otros ojos lo que había de sobra en
tu huerto, ¡pero no importa!, siempre hay un rayo de luz que se cuela por la
ventana, a pesar de la oscuridad, entre más negra, más podemos su brillo
divisar.
Ahora, espero la
promesa de unos brazos, al fin enredados en mi cuello, no los tuyos, dejaste
que la flor se marchitara sin el riego de una gota de lluvia, sin una caricia
siquiera, entonces volteo el rostro, si no eres tú, ¿entonces quién?
Vas y vienes como una sombra, caminante mío,
tesoro de todas y ninguna, dejas la sortija en cualquier bacín para que
otras manos sucias manoseen lo que recibió bendición, y entonces apareces
diferente, eres otro, renovado, como un lucero donde brillan los azules
intensos, y corro hacia tu pecho, me pego como abeja sobre una flor y ahí me
quedo, hasta que todo parece oro flotando a mi alrededor entre mucha luz, son
rayos en una navidad que se acerca como globos de cristal esparcidos en el
bosque.
Y mi luz, una luz que
va entre las hojas secas, sonríe ante mis locuras de amor, hago estación en su
boca, sus brazos son mi verano, y su lengua mi otoño, en donde quedará mi
última primavera, sin inviernos que nos lluevan los ojos, sino mojados bajo la
lluvia los dos, abrigados por la misma ilusión que nos hace escribir un verso,
que nos encuentra viendo la misma luna callada en las noches, y se estaciona en
nuestra barca, en esa pasajera ilusión de un poema, sí, un poema: tú y
yo.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 23/14
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