LOTOS VIOLETA [57]
Cierto
día, llevé una flor de loto a mi madre; era violeta, embadurné mis botas y casi
me quedo en esas aguas espesas y
oscuras.
Ese
día como muchos, contemplé cada punto de mi pequeño universo, abarcando mis
ojos mucho más allá de nubes juguetonas, que con el viento se dispersaban.
No
fue un día, fue el día en que mis manos tocaron sus pétalos, una libélula verde
como sus ojos, recuerdo ahora, un perfume dulzón que atraía a muchas mariposas,
y sin pensar ni pedir permiso, atrapé un gajo precioso para ella.
Tal
fue mi sorpresa que las miró un instante, y luego, se quedó viendo al cristal
empañado de mis ojos, y con dulce voz de anciana me dice, ¿son para mí?,
gracias mi corazón, y me dio un abrazo tan enorme que todavía lo siento.
Luego,
devolvió las flores y me pidió que las dejara en el altar para María, /es que
con ellas va un pedido para mis hijos, /me respondió con voz temblorosa, /quiero
que siempre estén unidos y que no se peleen por cosas, y su secreto grito a
voces, para que la brisa lo lleve a cada uno de sus 17 pétalos que poco a poco
caerán, y se esparcirán en el universo, como ella, mi amada rosa, mi linda
pollita de copete que corretea bosques nuevos, pero trae sus pensamientos hasta
un pequeño rincón, escondido en mi tiempo, en mi ahora...
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 1/15
Barranquilla, junio 1/15
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