martes, 24 de febrero de 2015

RECUERDOS 3 [74]

RECUERDOS 3 [74]

También había un patio, mi madre era la jardinera de mi corazón, cultivó el alma de un poeta y siempre lo intuí, aunque pocos rieran de mis versos, ella me escuchaba y temblaban perlitas pálidas en sus ojos al mirarnos.

Un rincón para subir al árbol de ciruelo, una ladrona de gajos buenos, y luego carcajadas ¡jajaja!, Cesitar el consentido, Juanka el más amado, Dorita hacendosa y quisquillosa robando pan, y escondiéndolo debajo de la almohada, y echándole a Kico la culpa de todo, aunque él no era cualquier dulce en remojo, jodía por 10, pero los otros angelitos aún más...

Cuando los mayores se quedaron trabajando en Bucaramanga y Alirio en Ecopetrol, un poco la carga se volvió liviana, pero éramos muchos todavía, la última cochada donde estaba yo, claro que fue la mejor de todas, porque probamos la miel directo del panal, aunque a veces los celos de los hermanos no dejaban ningún amor arrimar.

Y bolita, como le llamaba Domingo a German, fue la tapa de la olla, ¡qué verraco de hacernos reír!, pero también llorar, cuando envainaba las tareas de los muchachos, con las manos sucias, y escondía los zapatos y las medias, o lanzaba los uniformes a cualquier solar...

Los insultos de cierta dama a mi madre, cuando a German, una china malhechora hacía mofa y escupía nuestros rostros, una venganza de niño en un ojo, y a la cárcel el angelito fue a templar.

Muchas cosas, entre dulces y tristezas, entre alfombras y pobreza de la ciudad, de nuevo a Zapatoca, la casa de mi padrino con un patio enriquecido, Isabelita, la española triste de quien nadie conoció su historia, y nosotros, vecinos de patio, ¿alguien lo puede imaginar?... había un amor frente a mi casa, las novias de mis hermanos, los tuteos y las risas, la timidez de un beso y una caricia, nos encontró de nuevo con el uniforme de las Bethlemitas estrenando de todo, aunque ahora recuerdo que mi uniforme me lo regaló mi tía María, era de Teresa, de su último año tal vez, compartí con ella su último año, y tengo recuerdos bonitos, el mismo apellido y uno que otro cariño en el recreo… un bocado de helado, un trozo de lo que ella comía, y siempre hubo ese recuerdo que aún permanece, donde nos cedieron vestido para abrigar esos fríos de mi pueblo,  y los muchachos a la escuela, la sonrisa de mi viejo llevándonos con orgullo, el saludo de las monjas: ¡Bienvenidas a casa!, ¿y Káiser?... ¡ahí está mi perrito!, el regalo de un viejo amigo de mi padre en Bucaramanga, pero como era fino se lo entregó castrado, nunca supe qué raza era, muy negro y peludo, pero ahora viendo en Internet lo encontré, Border Collie,  pequeño, nos acompañó toda la travesía de Bucaramanga a Zapatoca siendo un bebé todavía, y creció con un montón de niños que lo amábamos, siempre nos acompañó al colegio, no valía que nos escondiéramos, él nos olfateaba y fueron momentos de muchas carcajadas, asomaba a mi salón de clases y a veces se quedaba bajo mi silla, hasta que Kico se lo llevó a la quebrada Zapatoca, cierto día, el perrito ya estaba viejo, algo sucedió allá, y recuerdo a Domingo y todos llorando, se ahogó, y luego Domingo de regreso montaña abajo a enterrar a su amigo, nuestro niño como era debido, colocó muchas rocas para que no lo devoraran los goleros y algunas flores acompañaron a nuestro amor, que mereció mejor suerte, pues fue un buen amigo, el consentido de mami con sus trocitos de panela cada día, ella sabía… ¿no le han dado el cariñito a mi amor?... y con ese batir de cola endulzaba cualquier pena.

Recuerdo cierto día cuando un cuñado dijo a mi padre en medio de sus charlas: Algo como el que se va buscando riqueza, como el perro con el rabo entre las piernas regresa… no recuerdo muy bien el refrán pero más o menos es lo que recuerdo, y mi viejo muy dolido, le replicó que no se había ido a buscar riquezas sino que deseaba un mejor futuro para sus hijos, pero que en Bucaramanga tenía una casa grande muy hermosa, de dos plantas, y nosotros sabemos del sacrificio para conseguirla y pagarla cuando todavía se podía comprar casa, compró el lote y a su gusto, que era muy bueno, un amigo constructor de los antiguos le construyó una enorme casa muy linda donde al fin después de tumbo en tumbo en una casa y otra, hubo un brindis al recuperar algo que se había perdido al viajar a Bucaramanga, fueron pocos años, porque inicié primaria allá y la terminé, o sea que mi viejo en 5 años ya tenía casa propia, era un hombre de armas tomar, y mi admiración persiste, sus hermanos y familia fueron muy buenos en tiempos de fracaso y hay una anécdota cuando perdió primero el bus, luego la volqueta, y después de nuevo estrelló en un viaje de Bucaramanga a Sabana de Torres, la buseta, contra un barranco pues se quedó sin frenos, sino, hubiesen muerto todos, pues había un precipicio.

De éste momento entrañable cuando bajaron a mi padre muy herido de un camión, donde alguien en el camino lo recogió para llevarlo a casa, y lo raro es que soportó su pierna partida y su rodilla hecha migas además de moretones por  todo el cuerpo y esquirlas de vidrios en la piel,  pero cuando lo bajaron, ahí se derrumbó, su rostro para mí es inolvidable, el dolor de un Nazareno y sus ojos aguantando lágrimas para que nosotros no perdiéramos la imagen de hombre fuerte, macho y arrecho, como le decía él a los muchachos y a nosotras: ¡Más machas que María!, para que no mostráramos debilidad ante los demás, y soportáramos todas las cruces que nos tocaran en el camino.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 16/14
® 10-491-97










No hay comentarios:

Publicar un comentario