domingo, 13 de julio de 2014

RÁFAGAS DE VIENTO




RÁFAGAS DE VIENTO

Escuchando una melodía me atreví a preguntar al viento: ¿Puedes contarme si Dios existe?, porque a veces tengo dudas, y entonces una ráfaga helada golpeó mi rostro, me sentí ahogada, como si alguien aprisionara mi cuello, encendido mi rostro casi a punto de volverme una violeta y exclamé: ¡Dios mío!, ¡me ahogo!, y al gritar empecé a respirar de nuevo, la ráfaga entró y salió de mis pulmones, y entonces bajé el rostro y doblé las rodillas.

Hoy estamos sensibles, pensando que Dios nos regala cada día tanto, y a ratos somos ingratos. Creemos que la gloria y los ídolos son los hombres y las cosas, besamos una vasija de oro, un vehículo fino, un traje elegante, ansiamos una joya preciosa, cuando todas las joyas brillan a tu alrededor y no las ves porque vives ciego, y tus ojos destilan fuego, tus manos sólo desean poseer  y arrinconar tesoros que son basura para el planeta, y tú mismo fabricas cerraduras que te guardan en una prisión armada hasta los dientes explotando en los débiles y quemando tus alas en una tan ansiada libertad mal pensada.

Hoy me dijeron que era glorioso quien escribía y regalaba, ¡ojalá que lo hubiera dicho el poeta de la esquina!, el que vive arañándole a la vida un instante y recoge cartones sucios que no reciclamos desde casa, para que su tarea sea menos sucia, estamos en castillos de oro reclamándole a otros lo que no hacemos, nos cansamos con los discursos repetidos, con los sabios que no padecen hambre, con los pobres de corazón que sólo hablamos y decimos que el mundo debe cambiar, pero estamos llenos de odio, y vivimos como vacíos en el espacio donde se acumula la peste y la podredumbre del alma.

Pero me llega una ráfaga de viento que me invita a dormir, el día ha terminado, moriremos un instante si el sueño nos llama, y esperaremos a que mañana sean menos los niños muertos, que se acaben las armas y las guerras, un sueño casi imposible, pues el hombre ha sido la condena para el planeta, hemos sido un castigo para el mar, y una sombra oscura para el bosque.

¡Bienvenida seas, ráfaga de viento!, que no sean balas que se estén disparando ahora contra inocentes, y que todo el que dispare un arma, caiga por su propio peso, será uno menos, pero falta, falta limpiar el aura del hombre, y abonar senderos con buenas brisas.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 13/14



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