sábado, 25 de octubre de 2014

LE PEDÍ A DIOS

LE PEDÍ A DIOS

Le pedí a Dios un día,
me regaló miles de días;
un árbol,  y me dio un bosque,
un amor, y me entregó a mi madre;
un lucero,
y me entregó en bandeja de plata sus ojos.

Le pedí a Dios un suspiro,
me envió  la brisa para que llenara mis pulmones,
el mar, para que evocara su voz
y alardeara a ser juguetona como las olas
cuando van y vienen para morir en la playa.

Le pedí un roble y me regaló a mi padre,
sus gajos abrigaron mi pequeñez,
me sostuvieron hasta que pude entregar mis semillas
y pudiera contemplar la grandeza de una anaconda
entre vastas montañas viajando en el ayer.

Me dio la enfermedad para que apreciara la vida
y después me levantó en sus manos,
alivió mis heridas por medio de sus milagros,
una vela encendida en manos temblorosas,
un rosario repetido por miles de bocas.

Le pedí flores para mi jardín,
me regaló a mis hijos,
un cielo azul oculto en sus miradas,
vaso de cristal para llenar de esperanzas,
espinas válidas también para madurar el rostro
y perfumes cálidos para atrapar el alba.

Le pedí una perla sin heridas,
donó una cadena entre las ramas,
la sal de la vida para limpiarlas
y un mundo de poemas
para consolarme.

¿Qué más le pido a Dios?
Todo me lo ha dado
pero sigo anhelando más.

¿Qué persigo?
Al viento... sólo al viento,
para rogar por mis alas y volar
hacia ese mundo mágico del siempre
y del nunca más...

Y recordé que no le había pedido felicidad
entonces se enojó conmigo,
y al voltear a ver,
un gorrión bajo la lluvia
me invitó a orar.

Le pedí música
y el bosque se convirtió en orquesta.

¿Qué más deseas? -preguntó-
Decidí que era momento de permitir su obra
y enmudecer.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 25/14







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