viernes, 10 de octubre de 2014

A MI MADRE

A MI MADRE
Ahí en medio del bullicio
como una más, paloma o gaviota
flor del campo escondida en un nicho secreto
apresada en el mundo del silencio,
a donde vamos todos perseguidos por el viento.
Como una ola gigante ayer
arropando el mundo, besando la playa
hoy, sólo recuerdo, añoranza...
¡No te vayas!, y regresas cuando muero un poco
huele a flor mi espacio, a pequeña flor
como si el viento del norte te avisara
y pasas junto a mí con esa sonrisa tímida
como niña recién vestida
mostrando sus divinas galas.
¿En dónde estás al fin?
Dulce amor, ángel lleno de candores
donde la bondad fue tu tejido preferido
que entre sueños y sueños meditaba un contento,
y al mirar al cielo con los brazos extendidos:
gaviota de mi corazón, parecías volar al infinito.
¡Oh Dios, gracias! ¿Cuándo te lo dije?
Fue mayor su amor que el mío
porque ella me regaló su piel,
donó su sangre como blanca espuma
para engordar a sus corderos queridos
que como rebaño balamos ahora,
detrás de las nubes viajeras
que tienen nuestra forma y tuya
empujadas por brisas veraniegas.
Y ahora... ¿por qué me afano?
Hay un llanto incontenible
un algo indescriptible, esa vieja tristeza
hay una palidez que retorna con olor añejo
y la veo ahí, abriendo frutos para todos
tajo a tajo entregados como nos regaló
con su inmenso amor, la vida.
Calzo zapatillas de oro
un traje azul como el mar
mis ojos se han vuelto pequeños
pero cuando me veo en ellos
algo de tí resucita en mí
y comienzo a cantar.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 10/14

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