MI BUENA SUERTE
Así estuvo mi buena suerte
envuelta en zapatos rojos
en la curva de la esquina
donde las arañas viudas
buscan un amante
que hieren al caer de la tarde
con agónicos sonidos de muerte,
y se beben la sangre
de cada pichón que nace
mientras en alegorías mágicas
se pintan de colores intensos
regurgitando como los palomos
sus vidas en las de otros,
que son vampiros hambrientos
sólo de caricias.
Y se van las muñecas
con el rostro pálido
agotadas del día
con poco dinero en las manos
y el estómago lleno de licor
en espera de otra vuelta
de otra curva del camino
para esperar con paciencia
al paisano aquél de barbas,
al bigotón que parece un pintor
al padre que tiene pinta de niño
con una trenza y escaso cabello
y la billetera llena de esperanzas
que ven aquéllos ojos tristes
dentro de una mascarada de sonrisas,
mientras la brisa lleva sus perfumes
y ellos llegan a casa
con mirada de contento
y vacíos de amor
pero llenos al fin
de los vicios
que los atiborran de felicidad
con nubarrones oscuros en el cuello
y las piernas temblorosas.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 14/14
Así estuvo mi buena suerte
envuelta en zapatos rojos
en la curva de la esquina
donde las arañas viudas
buscan un amante
que hieren al caer de la tarde
con agónicos sonidos de muerte,
y se beben la sangre
de cada pichón que nace
mientras en alegorías mágicas
se pintan de colores intensos
regurgitando como los palomos
sus vidas en las de otros,
que son vampiros hambrientos
sólo de caricias.
Y se van las muñecas
con el rostro pálido
agotadas del día
con poco dinero en las manos
y el estómago lleno de licor
en espera de otra vuelta
de otra curva del camino
para esperar con paciencia
al paisano aquél de barbas,
al bigotón que parece un pintor
al padre que tiene pinta de niño
con una trenza y escaso cabello
y la billetera llena de esperanzas
que ven aquéllos ojos tristes
dentro de una mascarada de sonrisas,
mientras la brisa lleva sus perfumes
y ellos llegan a casa
con mirada de contento
y vacíos de amor
pero llenos al fin
de los vicios
que los atiborran de felicidad
con nubarrones oscuros en el cuello
y las piernas temblorosas.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 14/14
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