MUJER L4R
Escuchen: hay un grito que se queda entre las ollas viejas,
sabe de llanto la cocina, el asador de carnes secas,
la nevera, que a veces acompaña en los gemidos del día,
para tropezarnos con una alacena vacía en la noche.
¿Para qué gritas?, nadie oirá tu voz
porque el silencio es responsable;
todos pasan ausentes ante tu dolor,
y ese ahogado rugido del mar parecido a ti
quiebra rocas a su paso,
¿serán las mujeres del mundo ,
que juntaron sus lágrimas, para ser escuchadas?
Una esquina guarda un pecho sin miel
blancos lirios parecieran retoñar
más sólo miseria, garras secas…,
no producen los pechos de la madre, blanca miel;
como una amapola herida la veo ir y venir…
¿Por qué siempre esa mirada?
Ha de ser que la niña duerme,
ha silenciado, ya sin hambre,
el vértigo níveo se la robó de sus propios ojos
cualquier día, donde todos pasamos sin ver
escuchamos con los oídos tapados
y el alma muerta.
Oye linda, ¿cuál es la razón para que vivas tan herida?
pero no habló, se quedó callada como una silla,
abrió inmensos ojos, su boca como un túnel en el cielo
abierta, gritando a un dios lejano, que parecía perdido,
los demonios se vistieron de rojo, sus manos fueron de acero;
sus bocas espadas, cardos espinosos,
que descargaron con ira sobre las rosas pálidas y asustadas
como palomas ante las garras de un león,
toda esa frustración y miseria de sus propias vidas
como cloacas sin valor en cualquier muladar.
¡Corre niña!, ¡que no te alcance!…
-gritó la voz del ausente invisible.
¡Huye de éste mundo!,
sabrás que hay un jardín esperando por ti
todo está lleno de violetas, de miles de bocas heridas
de gritos que se quedaron en los rincones
pero ya no hay tristes labios,
todos se fueron con sus alaridos al cielo,
porque aquí,
¡no fueron escuchados!
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 16/14
sabe de llanto la cocina, el asador de carnes secas,
la nevera, que a veces acompaña en los gemidos del día,
para tropezarnos con una alacena vacía en la noche.
¿Para qué gritas?, nadie oirá tu voz
porque el silencio es responsable;
todos pasan ausentes ante tu dolor,
y ese ahogado rugido del mar parecido a ti
quiebra rocas a su paso,
¿serán las mujeres del mundo ,
que juntaron sus lágrimas, para ser escuchadas?
Una esquina guarda un pecho sin miel
blancos lirios parecieran retoñar
más sólo miseria, garras secas…,
no producen los pechos de la madre, blanca miel;
como una amapola herida la veo ir y venir…
¿Por qué siempre esa mirada?
Ha de ser que la niña duerme,
ha silenciado, ya sin hambre,
el vértigo níveo se la robó de sus propios ojos
cualquier día, donde todos pasamos sin ver
escuchamos con los oídos tapados
y el alma muerta.
Oye linda, ¿cuál es la razón para que vivas tan herida?
pero no habló, se quedó callada como una silla,
abrió inmensos ojos, su boca como un túnel en el cielo
abierta, gritando a un dios lejano, que parecía perdido,
los demonios se vistieron de rojo, sus manos fueron de acero;
sus bocas espadas, cardos espinosos,
que descargaron con ira sobre las rosas pálidas y asustadas
como palomas ante las garras de un león,
toda esa frustración y miseria de sus propias vidas
como cloacas sin valor en cualquier muladar.
¡Corre niña!, ¡que no te alcance!…
-gritó la voz del ausente invisible.
¡Huye de éste mundo!,
sabrás que hay un jardín esperando por ti
todo está lleno de violetas, de miles de bocas heridas
de gritos que se quedaron en los rincones
pero ya no hay tristes labios,
todos se fueron con sus alaridos al cielo,
porque aquí,
¡no fueron escuchados!
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 16/14
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