jueves, 29 de mayo de 2014

¡ERA TAN LINDA!


¡ERA TAN LINDA! 

Tenía rostro de niña, mi vieja,
su voz imitaba el canto del mirlo
a pesar de un agudo dolor en la espina dorsal.

¿Un menticol, tal vez tu alivio?
Manos tan solo pedías por tu piel;
que los gritos fueran mansos arroyos
y se pudiera acariciar el cebado buey.

¡Era tan linda!
¿Al llegar a casa quién olvida sus ojos?
Manojo de flores pequeñas, vencida de hinojos,
el rosario en su cuello y sus lágrimas
ofrecidas al cielo.

Era libre para cantar y orar,
paseó todos los bosques en sueños
la ermita, la iglesia de Pasto imaginada en roca
dentro de una selva que nunca sus ojos vieron,
pero que su alma buena conoció.

Pero fue feliz,
más contenta que un cucarachero en su rancho,
disponiendo sus flores blancas para María
y alejándose del ruido cuando sus ojos húmedos
abarcaban el escándalo de la tarde,
para buscar en el silencio, un poco de paz.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 29/14

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