AHORA
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En
este momento pienso:
Tengo
que hacer algo con mi tiempo,
los
segundos pasan, y una blanca pared espera para llenarla de letras,
descubrí gotas de rocío que bajan de lo alto, y empecé
a preguntarme:
¿Cómo
hacen para caer de arriba y ser un beso para una flor?
¿Qué
las invita a elevarse de nuevo, para transformarse en un copo de algodón?
Entonces
escucho la lluvia caer, parecen miles de
besos de niños pálidos que viajaron en cualquier atardecer, la música, ese
regalo maravilloso para todos, y me doy cuenta que existe desde el momento de
nacer.
Música
en la boca de mi madre al iniciar el amor, y la semilla fue...
Música
si la brisa mueve las hojas, si un río
corre y las rocas se antojan de todas las blancas y negras...
El
trino de las aves con un instrumento musical en su corazón...
Música
si una luciérnaga invita a su amor, y si un amante colibrí desea robar la miel
de una flor, si un ave empieza a construir
un nido o una paloma lo termina, si mis
ojos se iluminan al ver los tuyos…
Ciertamente
tenía que llenar éste espacio que se me dona, no puedo perder un segundo de mi
vida para contar a todos que las gotas de lluvia somos nosotros, al nacer y cuando
marchamos, y el sonido, son besos de nuestras madres desde el cielo...
¡Qué
divino es todo!...
Pero
siempre hay algo que me pone triste,
no
comprendo la razón,
y
debiera reír a carcajadas...
Hoy
no puedo perder el tiempo,
soy
afortunada por estar viva,
por disfrutar de la lluvia que cae,
de
la música que producen sus besos
al
tocar las flores y acariciar la tierra.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 24/13
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