MADRES
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Madre,
el regalo más bello de Dios,
certeza
de que Él existe son sus ojos,
la
verdad de que somos flor y semilla
y
que su palabra es amor.
Hoy,
si a recordar sus manos me atengo,
la
febril noche me encuentra llorando,
y
al cerrar los ojos, dulces frutas aparecen
con
extraños aconteceres,
que
me hablan de un amor verdadero.
¿Puede
haber algo más bello que su mirada?
¿Más
dulce que sus manos sobre las nuestras?
Benditas
manos,
bendita
vida en nuestro rosal pasajero
y
ellas, se quedan en ese rincón del alma
siendo
un ramo de violetas tristes
que
ahora deambulan en el cielo.
Un
rosario de brillantes perlas para mi Princesa,
que
se aferran de mis ojos cada día.
A
ella, un doblar de rodillas sobre las rocas
así
tantas veces lo hizo suplicando
con
nuestros afanes como suyos,
y
nuestros dolores calando sus pequeños huesos.
Madre
que del cielo bajaste para ser mi estrella,
dulce
remanso en horas tristes /porque en las felices te olvidaba
y
ahora… ¿qué ha quedado?
Unos
ojos verdes que se parecen a los tuyos
y
una vieja que cultiva pecas y arrugas
para
un mañana tan incierto,
como
las pasajeras nubes de la vida.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 20/13
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