AL FIN [130]
Si el
frío de la tarde perlas blancas trae, se llena de belleza el paisaje. Torno a
tu mirada, descubro el sabor de tu boca, tan rica en mensajes de la vida, me pierdo un instante en ese sueño, el de todos los días, pero imaginado una vez
más contigo.
Me
enamoré de la flor del campo más pequeña, una sonrisa dibujaba el rostro ayer
triste, y me descubrí viendo hacia un lago, un rostro ajeno, una niña que
sonreía a la par conmigo, juguetón el
viento se llevaba mis hilos de plata para arroparlos contigo.
Divino
amor, mi siempre amor, mi collar de perlas en el cuello, ¿en dónde estás?...
¿ya encontraste lo que tanto anhelabas?, ¿fue grande y maravilloso lo vivido?,
¿valió la pena marchar dejando mi amor de lado?
Aquí
estoy como siempre, viendo hacia la montaña, hacia las planicies donde el verde
arroz espiga, y las aguas transparentes
de un lago, esperan por tus manos y las mías.
No
hay razón para llorar ahora, todo estaba servido y tibio, ni hay motivo para
devolver los pasos dados, pues estaban marcados por el destino...
Ahora
no se hacia dónde correr si no estás, eres el motivo que me hace soñar de
nuevo, parezco un ave canora en fresca rama, espero una respuesta de alas
extendidas y de un pico que musite melodías a mi oído.
Brotes
nuevos aparecen entre las blancas nieves, pareciera que una eterna primavera se
aproxima, y mi corazón entre olas púrpura, a ratos me conmueve, al salir a verte y saber que ya te has ido.
Se
tallan las espinas en mis manos, mis ojos brotan gotas de rocío que caen
silenciosas, cada instante, acostumbradas a mis riachuelos, y un balbuceo de
niña vieja me consiente, me abrazo al nuevo día y te espero...
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
septiembre 3/13
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