PARA EL SOL [129]
Aquí
estoy, alguien marchó hacia el sol, ahí el calor no quema y sus rayos son ojos
que te ayudan a descubrir una senda de esperanza llena.
Escucho
la misma melodía de un mundo dando vueltas, siempre igual, en torno de todo las
primaveras, la gente queriendo amar cada y poniendo su grito aquí o allá, para
que nuestra madre tierra sea respetada y amemos a la naturaleza, nuestro hogar
provisional.
Cierro
los ojos, tomo tu mano, camino hacia ese poema donde las flores están a lado y
lado del camino, escucho el arrullo de una divina cascada, las aves felices,
los niños del bosque correteando por ahí, sin miedo al depredador; las nubes son
niñas juguetonas que no se cansan de correr, la lluvia de ojos extraños que bajan desde el cielo semejan
pequeñas joyas que endulzan la vida y llenan de verde las praderas.
¡Qué
día tan bello el de mis sueños! ¡Qué mano tan cálida la tuya!...
Abro
un momento los ojos para descubrirme en tu mirada, una leve corriente me llena de dicha, me acerco
un poco más al roble que presenta mi dulce sueño y encuentro un rico panal de
miel en tus labios; me aferro a ellos
como el musgo a las rocas, y empiezo a danzar, a volar a un espacio lleno de
sonrisas donde no existe la maldad.
Una
y otra letra, tal vez para nadie, tantas palabras quedarán por ahí, pero al
igual que las flores del jardín, cada día muere una, para nacer otra que se le
parece, para que puedan los colibríes tomar de su exquisita miel y desperdiciar
perfumes, y que todo sea mejor cada día.
Una
flor desde mi alma para ti, un abrazo para aquél, una esperanza para el girasol
que levanta el rostro después de estar triste y caído.
Esta
es la vida, un jardín pleno de sueños y primaveras, nacer para morir y morir
creyendo que resucitaremos en otro huerto lleno de verdores y cantares.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
junio 6/13
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