sábado, 4 de mayo de 2013

HAMBRE (164)



HAMBRE (164)

Tengo hambre, me siento desnuda.

Soy la huella de un ayer ante la belleza.
Suenan cánticos en mi estómago,
son ranas que desean saltar sin herir
y nadar en sus oscuras aguas.

Tengo hambre de ese amor negado,
siempre pareciera llorar, pero estoy cantando;
me acerco a la orilla que mi Jefe indica
para saciarme de su amor y remar,
siempre remar hacia la roca de su alma.

Tengo ganas de comer, pero no puedo...
Me asombra la palidez de a ratos,
me duelen las falsedades de todos los tiempos
pero quiero volar siempre cantando
con el estómago lleno.

¡Ah, me duele todo un poco!
Al ver al espejo, parezco una sombra;
me difuso en ella, me enredo en ella.
Mi verdor ya no es de esmeraldas en vuelo
y un náufrago extiende sus manos
brotando del silencio un consuelo.

¡Tengo que hablar!...
Me expongo a las carcajadas de otros
por ser así, desnuda... mal hablada, grosera,
pero es la forma de pedir un poco de alimento,
para que mi alma pueda volar un día cualquiera.

Así, sobre la misma nívea pared 
una gaviota anuncia un viaje sin retorno.

El amor... ¡siempre el amor doliendo tanto!
Temblorosas perlas de sal agobian la mirada,
mi alimento son letras pequeñas
que sin pena ni rubor estampo
y al escribirlas me siento llena.

Raquel Rueda Bohórquez
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