A ESE AMIGO (131)
A la luz de un nuevo día
copiada en un lago,
con esos matices de cada momento,
y esos rayos luminosos de siempre.
Los verdores repetidos en cada verso,
las aves que van y no regresan,
anidan sobre las copas de las palmeras
y cobijan a los vencejos en primavera.
A ese amigo que me regaló su alegría,
que no reía de mis desdichas,
ni se complacía en ello,
ni se complacía en ello,
que me tomaba de su mano ante las
caídas
y me alentaba a continuar.
Entre tantos, ¡tan pocos!...
¿Pero estás?... ¿Permaneces?
¿Eres el sol en el estero
¿Eres el sol en el estero
en mi melancólico lago negro y pesado
donde a pesar de todo, hay alegrías
en medio de tanto dolor?
A ese amigo que retorna en sueños,
y con ellos marcha,
y con ellos marcha,
dejando un vacío habitante de soledades,
una imborrable marca en tristezas
al cerrar la única puerta que creí abierta.
A ese amigo le falta algo…
Mi verdadera amistad, mi franqueza,
la que finalmente le desnudó,
para descubrir su flaqueza.
Pero a pesar de todo… ¡gracias!
Porque las carcajadas no fueron hurtadas
ni las horas negadas.
En medio de las broncas del día
y los azotes de la noche,
nos dimos un espacio para el perdón.
Y todo queda en el pasado,
para continuar siempre adelante,
para continuar siempre adelante,
viendo nuevas aves retornar a
casa
con cantos más elegantes.
Raquel Rueda Bohórquez
9 5 13
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