sábado, 27 de abril de 2013

SEMBRADOR [24]

SEMBRADOR [24]


Una orquídea plantó...
Su leñoso y fuerte tallo
sobre el estiércol resucitó.


En cualquier rama, sendero o camino,
sus agitadas pieles
en un santiamén
eliminaron la semilla de la vida.


Mi Sembrador sobre la montaña más alta,
en el rincón más olvidado, a tu puerta.
ya no llora, espera…



Es su don preciado el amor,
su calma de manantial
que brota y brota sin cansarse jamás.

Paciencia infinita de tornados silenciosos
sin amenazar ni  fingir,
sólo manos extendidas
plantando en desérticos terrenos.


La gacela parió a su cervatillo,
corretearon las palomas para jugar con ellas
y parieron también perlas los árboles,
entre los musgos se amaron los mirlos
brotando la mies de la vida,

rojizos y desnudos, ciegos y desprovistos,

esperanzados en plumas,
adornados de amarillos terciopelos

suaves y mullidos…


Lo vi sembrar violetas en el cielo,
tan bellas, que cuando el sol se antojaba
eran iris multicolores.


Un aguacero desde sus tímidas nubes
inundó de resplandores verdes,
de negros intensos,
donde el color es la vida,
que se teñirá de blanco cualquier día.


¡Cómo engalanó de preciosos los lirios del valle!
Mis lirios tan amados, mis muchachos…
Cultivó diamantes sobre besos de madre
para en un segundo llevarse a mis amores,

sin que pudieran siquiera nombrarnos. 


¿Las decisiones de mi Rey quién las discute?
Él es el dueño de la vida y de la muerte.
Él plantó una viña y dijo que la arrancaría
si veía que no había frutos.



Me dijo en un lejano sueño:
Pórtate bien, cada día mejor…
Te daré tu propio huerto,
te regalaré un roble para que te ame
al igual que tu amor será para él…



Mies de dulzores plena,
placenteros besos

donó sobre las pieles desnudas,
al brillo de los ojos 
a la humedad de una lengua

con todas sus ricuras.


Mi Jefe hace lo que quiere.

Llegó en caballo blanco,
su ropa es de oro, la más brillante,

mucho más que el sol
y el resplandor de las estrellas.


Sus ojos más bellos que un poema,
Que el primer lucero de la tarde en el cielo.
Su amor, la perla que se esconde
en el fondo coralino del mar.



La pequeña madre
fue enviada en diminuto empaque

para que navegara un ángel 
por sus tibias aguas,
en un terreno abonado desde antes,

desde siempre.


Pero, ¡ay dolor!... me quiebra a ratos.
Al germinar  la semilla se arranca,

se destruye,

transformando en una tumba
nuestro propio cuerpo.


Pero Él, grande brillo donde hay tristezas
toma el pequeño grano de nuevo,
y  lo siembra con ferviente pasión
en otro terreno, 
en otro vientre
donde será amado con devoción.



Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 27/13


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