A
MI JEFE [92]
¡Bendito
sol!, bendito día, niño que viniste a endulzar nuestra vida, el instante
en que el Señor te llevó, bendito el día en que admitamos que fue su
voluntad para librarlo de muchos tormentos.
Bendita la música, tú, yo... ¿no tiene fuerza una bendición si brota con
fervor?
¿No tiene acaso valor la señal de la cruz?
Bendita seas fe, porque me permites soñar con ser mejor cada día, y transmitir
a otros algo que no es mentira, es mi manera de expresar con sencillez que soy
una navegante en ésta barca de la vida, igual que todos, que las aves, los peces, las
plantas...
Bendito día porque puedo ver el cielo azul, mientras muchos son más felices y
no pueden hacerlo, sólo ven la oscuridad que adivinamos al cerrar los ojos,
pero cantan y ríen con tu cayado de guía.
Porque tengo mis pies y manos completos, a pesar de las pruebas me sostiene la fuerza
del amor, y no me doy el lujo malsano de odiar a nadie.
Bendito eres si lees mis tonterías, ni yo sé si son mías, estoy segura de que así es, que hay una fuerza
invisible que guía cada palabra, cada acción,
oculta en el alma de cada ser, para que aprendamos a conocerlo a través
de otros, de todo lo creado.
Una fuerza quema mis manos cada segundo, y en mi interior una cascada bulle
rica en vida, de roja sangre como el púrpura de las rosas, de brillo del sol y
no soy yo, eres tú; pues nada soy si no tengo fe de que soy parte tuya, y tú eres esa parte
que necesito para crecer y ser feliz, aceptando cada condición en mi
vida.
Benditas mis rodillas porque han soportado el peso de mi cuerpo, mi Jefe
precioso tiene los ojos como el mar, el amado mar azul, y me dice sólo una
palabra: “Bendito seas porque confías en mí”.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla
marzo de 2013
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