miércoles, 13 de febrero de 2013

TECHITO ROJO [52]

TECHITO ROJO [52]

A  la casa de techo rojo todos llegaban,
larga cola para visitar a la anciana;
la carcajada de los chicos del colegio,
y allí en medio de todo, la  cortesana.

Monedas de pequeña monta recibía.
¿Importaba el orín en su cama?,
uno a uno atendía con  humilde servilismo
¿acaso no era ella también una dama?


La vieja no sabía si reír o llorar,
un perfume olvidado usaba,
un gancho viejo, una colcha remendada;
sus harapos colgados de un trozo de madera
su vida, ¿a quién importaba?

Una vez saciado el apetito
los chicos agarran de nuevo el maletín,
primero tú Fermín, segundo tú Pablo,
dale lo que quieras o no le des nada,
para eso tenemos buenas piernas
nunca nos alcanzará la vieja cortesana.

El techo rojo ya no existe,
otras juveniles fueron admitidas,
ya no se cobra una moneda,
el servicio de una meretriz tiene precio.

Más vale puta sin hambre,
que ser mujer honrada
moribunda y olvidada.
/decía la vieja a los chicos.

De a poco la recuerdan los hombres de hoy,
que cuando niños, escondidos en el solar esperaban
a esa vieja de piel arrugada, que les daba un contento,
y ellos, una pequeña moneda entregaban,
sin percatarse que la vieja, sólo tenía hambre,
que pudieron saciar con un pedazo de pan sobre su boca,
pero ninguno se dio por enterado.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, febrero 13/13

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