miércoles, 12 de diciembre de 2012

EL SAPO CASCARRABIAS (40)

EL SAPO CASCARRABIAS (40)

Erase una vez un sapo que tenía un genio del putas, vivía en un lago cerca de Zapatoca en una laguna que se llamaba “La laguna del Sapo”. Se la pasaba gruñe que gruñe, y peleaba hasta con su sombra.

Cierto día, que podía ser lunes, martes o miércoles, o cualquier fin de semana, pasaba una linda ranita, la más hermosa de toda la comarca; llevaba un vestido rosa y  lindos ojos del mismo color, que  cuando cruzaba veía al rabioso sapo refunfuñando y diciendo groserías, lanzando las libretas del colegio y se negaba a estudiar y sus padres estaban tristes por ésta razón.

Ranita sólo cantaba y saltaba y reía ella sola, dando saltitos de rama en rama, cuando se percató que ese mismo sapo estaba ahí días y días con esa carota y la bocaza abierta sólo comiendo cuanto bicho pasaba por ahí y renegando de la vida.

-Mmm.........- dijo Ranita… ¿éste sapo pretende arruinar mis días?
Con esa carota me roba las energías y cuando lo miro me dan ganas de salir corriendo, pero no, creo que inventaré alguna táctica para hacerlo sonreír –pensó Ranita.

¡Hola hermoso! ¿Qué haces ahí con ese rostro tan lindo mirando a la luna? ¿No sería mejor que miraras a todas las princesas que deambulan por ahí buscando un príncipe azul?... –/pero el sapo grosero ni la volteó a ver…

-¡Ya verás sapo grosero!, te quitaré esa cara de amargura a como dé lugar…

Pero pasaban los días y con nada lograba Ranita hacer que el sapo grosero cambiara, hasta que un día aburrida le dijo:

¡Está bien sapo grosero!, ya que nada te hace feliz, creo que es mejor que no pase más por aquí, pues no quiero dañar mis días viendo un rostro adusto, alguien  que no acepta que la vida es más que andar con la bocaza  abierta nada más que comiendo y comiendo. Te dejaré tranquilo, pues ni siquiera respondes cuando te hablo, ¡ha sido un placer! – y saltó hacia su laguna sin más.

El sapo siguió gruñe que gruñe, pero miraba de reojo y empezó a darse cuenta que Ranita no aparecía por ningún lado, hasta que decidió asomarse a la laguna a ver qué hacia Ranita, y la vio asomada en medio de una hermosa flor de loto… Nunca había detallado el rostro de Ranita, estaba sentada sobre una hoja inmensa llena de gotas de rocío mientras cantaba:

¡Había una vez un sapo gruñón
Que vivía en un charco tragando moscardón
Y una niña de lindo color quiso hacer fiestas
Y el sapo la echó!

Pero Ranita no se confundió
Buscó una camita de rojo color
Con los colibríes buscó el amor
Pero en sus alas nunca lo encontró.

¡Pero la reina lo esperará
Hasta que me busque y me regale un beso
Pero si no quiere, me quedaré
Viendo lo hermoso de la luna
Y bailando merecumbé!

Al escuchar esto, algo pasó con el sapo gruñón, no se había dado cuenta  que se había encendido una llama que estaba dormida, vivía amargado pero porque faltaba esa chispa en su vida: “el amor”…

¡Oh qué preciosa dama!... Creo que buscaré una flor para   llevar hasta su  loto y le pediré que sea mi novia, es la ranita más bella del planeta… ¡Si señor!

-Estaba nervioso y sus piernas temblaban; encontró la más bella de las rosas y decidió que la llevaría a esa dama que croaba tan lindo, ahora todo tenía luz, no se había dado cuenta que habitaba  en un lago lleno de vida y resplandor y que por estar lleno de rabias y amargura había perdido mucho tiempo en su vida, se estaba negando  lo más maravilloso: la princesa del lago cercano al suyo, donde los lotos se antojaban de todos los trajes y el cántico de las aves, el arrullo de los guaduales parecían  entonar las más hermosas melodías cuando  el sol de la mañana invitaba y el atardecer le decía, que había que buscar la felicidad, pues en medio de la oscuridad estaba la plenitud de la luz que allí brillaba.

Hoy le pareció todo hermoso, el trino del mirlo con su gris plumaje tan feliz y radiante;  aún la guacharaca con sus cantos alegres y su bulla, una sonrisa que nunca había tenido se dibujó en su rostro y sus ojos brillaron cual luciérnaga…

No pensó en nada, sabía que ella lo amaba en silencio y él por bruto no se había dado cuenta. De un solo salto con el corazón queriendo salir de su pecho, se plantó frente a ella con una mano escondida en su espalda donde llevaba la flor.

Ella lo esperaba, siempre había sido así, cantaba para que él algún día respondiera, y ahora estaba ahí con ese rostro feliz frente a ella… -No dejaré pasar mi oportunidad de ser feliz y permitir que él lo sea, -pensó Ranita- y cuando sin una palabra le ofreció la linda flor, ella sólo aceptó y tomándolo de la cintura de barril, empezaron a danzar sobre las inmensas flores de loto con una carcajada aún más grande que llenó de nueva vida el lago de Ranita.

No se casaron por las leyes del hombre sino por las leyes de la naturaleza y tuvieron muchos… muchos renacuajitos…

Dicen que después de muchos años todavía los ven danzar y reír y pocas veces llorar, pues allí en el lago, no existe el tiempo para el dolor y la amargura ya que el amor hizo florecer la vida y llenar de cánticos el atardecer.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, diciembre 12/12





No hay comentarios:

Publicar un comentario