EL SUEÑO DE UN BALÓN (Cuento)
Había una vez en un país de sueños, por allá cerca a las estrellas un balón mágico que esperaba por un goleador, por un chico
que tuviera el ánimo de elevarlo, de tocarlo, de hacerlo palpitar como el corazón de toda esa gente, que en otro sitio vitorea,
casi hasta el infarto por goles planeados, patadas frustradas, sueños vencidos en el ruedo de la hipocresía y la vanagloria.
El balón se movía de lado a lado, giraba en torno a los astros, las estrellas no hacían caso de él que continuaba girando... girando
y girando en espera del goleador; de aquél que pudiera sacarlo de ese círculo que lo ponía borracho, pero él sabía que llegaría
aquél que con ánimo tomaba la vida y que con resignación aceptaría estar ahí.
Pasaron 21 años y el balón mágico se sentaba cerca a la luna, estaba ansioso pues sabía que estaba cerca y que sólo un chico
sería capaz de sacarlo de aquél sitio, él estaba ahí destinado para ese gran futbolista de sueños frustrados, en ese otro país de
sueños vencidos, de ilusiones erradas, aquí en éste paraíso podría patearlo tan fuerte, que al entrar por ese arco sabría que sería
su gloria, y que su enorme sonrisa aquí sería aún más brillante, aquí no existía la maldad y él sería en una corte especial,
el goleador esperado por todos.
El balón se sentó sobre una inmensa roca, hasta una carita feliz tenía, su brillo era intenso; sabía como llegaría el muchacho,
él lo intuía en su corazón de que recibiría una gran patada, así como él pero sería de la única manera que lo tendría cerca, y allí en el
mágico mundo de los sueños, sería donde el chico realizaría todos sus anhelos, el balón mágico sabía que allí no habría más llanto,
que no se miraría más al espejo ni nadie vería una lágrima suya de desaliento... todo había quedado en el camino, todo se había
atajado; ahí estaba todo por realizar, tenía a su favor el viento, la brisa del mar le azotaba el rostro y lo convertía en un chico dorado
y maravilloso, el balón mágico esperaba hoy por él.
Era un 3 de mayo, lo sabía... cuando el sol estuviera a punto de emprender su huída hacia el ocaso... ahí recibiría a su chico... estaba
en espera de su goleador... y al fin cuando una luz violeta se acercaba... el balón palpitó, como si de su interior brotara la vida.
Llegó y él no sabía que sentiría sus pasos... el chico dorado observó el balón y una enorme sonrisa de placidez iluminó su rostro
de luz y su alegría llenó el cielo con las estrellas que estaban dentro de él... todas salieron de su interior y en un impulso pateó el ba-
lón que lo esperaba... el arco estaba ahí... era inmenso; y el balón entró con vida propia, no había contrincantes y una gran nube
blanca con olor a rosas frescas salió de allí, con una maravillosa mirada...
El chico no lo podía creer... corrió hacia esa luz que lo animaba a continuar como si él mismo fuera el balón, como si su vida consis-
tiera en llegar a esa gran nube que abría sus brazos en espera de los suyos...
Cerró los ojos... sintió que se elevaba con una fuerza mágica y extraña... en sus brazos tenía el balón que alguien le habia regalado
en otro sitio, pero el balón mágico de sus sueños lo había llevado al sitio de honor de los mejores, ya no habría retorno y en su mirada
penetró el aura de unos ojos azules tan bellos y tan amados; que olvidó para siempre que en otro sitio donde nadie le cumplió su
sueño... aquí era el mejor goleador del mundo, y el precio de estar ahí, era el premio merecido.
¡¡Qué golazo!! -exclamó el chico con aquélla voz suya fuerte y animosa- mientra la nube con olor a rosas lo tomó entre sus brazos.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 8/12
Había una vez en un país de sueños, por allá cerca a las estrellas un balón mágico que esperaba por un goleador, por un chico
que tuviera el ánimo de elevarlo, de tocarlo, de hacerlo palpitar como el corazón de toda esa gente, que en otro sitio vitorea,
casi hasta el infarto por goles planeados, patadas frustradas, sueños vencidos en el ruedo de la hipocresía y la vanagloria.
El balón se movía de lado a lado, giraba en torno a los astros, las estrellas no hacían caso de él que continuaba girando... girando
y girando en espera del goleador; de aquél que pudiera sacarlo de ese círculo que lo ponía borracho, pero él sabía que llegaría
aquél que con ánimo tomaba la vida y que con resignación aceptaría estar ahí.
Pasaron 21 años y el balón mágico se sentaba cerca a la luna, estaba ansioso pues sabía que estaba cerca y que sólo un chico
sería capaz de sacarlo de aquél sitio, él estaba ahí destinado para ese gran futbolista de sueños frustrados, en ese otro país de
sueños vencidos, de ilusiones erradas, aquí en éste paraíso podría patearlo tan fuerte, que al entrar por ese arco sabría que sería
su gloria, y que su enorme sonrisa aquí sería aún más brillante, aquí no existía la maldad y él sería en una corte especial,
el goleador esperado por todos.
El balón se sentó sobre una inmensa roca, hasta una carita feliz tenía, su brillo era intenso; sabía como llegaría el muchacho,
él lo intuía en su corazón de que recibiría una gran patada, así como él pero sería de la única manera que lo tendría cerca, y allí en el
mágico mundo de los sueños, sería donde el chico realizaría todos sus anhelos, el balón mágico sabía que allí no habría más llanto,
que no se miraría más al espejo ni nadie vería una lágrima suya de desaliento... todo había quedado en el camino, todo se había
atajado; ahí estaba todo por realizar, tenía a su favor el viento, la brisa del mar le azotaba el rostro y lo convertía en un chico dorado
y maravilloso, el balón mágico esperaba hoy por él.
Era un 3 de mayo, lo sabía... cuando el sol estuviera a punto de emprender su huída hacia el ocaso... ahí recibiría a su chico... estaba
en espera de su goleador... y al fin cuando una luz violeta se acercaba... el balón palpitó, como si de su interior brotara la vida.
Llegó y él no sabía que sentiría sus pasos... el chico dorado observó el balón y una enorme sonrisa de placidez iluminó su rostro
de luz y su alegría llenó el cielo con las estrellas que estaban dentro de él... todas salieron de su interior y en un impulso pateó el ba-
lón que lo esperaba... el arco estaba ahí... era inmenso; y el balón entró con vida propia, no había contrincantes y una gran nube
blanca con olor a rosas frescas salió de allí, con una maravillosa mirada...
El chico no lo podía creer... corrió hacia esa luz que lo animaba a continuar como si él mismo fuera el balón, como si su vida consis-
tiera en llegar a esa gran nube que abría sus brazos en espera de los suyos...
Cerró los ojos... sintió que se elevaba con una fuerza mágica y extraña... en sus brazos tenía el balón que alguien le habia regalado
en otro sitio, pero el balón mágico de sus sueños lo había llevado al sitio de honor de los mejores, ya no habría retorno y en su mirada
penetró el aura de unos ojos azules tan bellos y tan amados; que olvidó para siempre que en otro sitio donde nadie le cumplió su
sueño... aquí era el mejor goleador del mundo, y el precio de estar ahí, era el premio merecido.
¡¡Qué golazo!! -exclamó el chico con aquélla voz suya fuerte y animosa- mientra la nube con olor a rosas lo tomó entre sus brazos.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 8/12
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